Pablo
Vicari Ruiz – Ingeniería Estadística
La historia nos ha
demostrado como diferentes clases sociales tienden a rebelarse y luchar por
convicciones que, según éstas, son completamente justas y necesarias para vivir
el día a día y lograr obtener un futuro mejor. La lucha por una educación digna,
mejores salarios e incluso un mejor reparto de pensiones para nuestros ancianos
son algunos ejemplos de estas luchas, pero es imposible no mencionar ni
resaltar la batalla que ha llevado la mujer a lo largo de estas últimas décadas
a favor de una igualdad de género y así poder derrocar a un machismo claramente
notorio e insertado en nuestra sociedad.
Esta forma de sexismo
discrimina y menosprecia a la mujer, considerándola inferior al hombre y está
formada por ideas preconcebidas y estereotipos fuertemente influenciados por el
entorno social. También debemos sumar que esta conducta no solo afecta al sexo
femenino como se está acostumbrado a pensar, sino que también al masculino,
¿Cómo? Pues este en primer lugar, determina que ciertas actitudes y ciertos comportamientos
solo pueden pertenecer a uno de los dos géneros. Así, hay una forma de ser
mujer y una forma de ser hombre. Si te sales de tu rol de género recibirás,
como es lógico, el rechazo y la burla de los demás. Tal cosa ocurre cuando un
hombre asume comportamientos “femeninos”. Por ejemplo, cuando llora con una
película romántica o cuando viste pantalones ajustados o ropa con colores
ligados a las mujeres. En estos casos el hombre será reprochado y ridiculizado
tanto por sus iguales como por el género opuesto, y es probable que sea
calificado como “niñita” o “maricón”.
Ahora que tenemos
entendido lo que conlleva este tema, podemos entrar a profundizar en un tema
específico de esta violencia de género, el acoso sexual callejero y su relación
con la Ética de Responsabilidad y la Ética de Convicción.
Ahora pasamos brevemente
a explicar a explicar en que consisten estos fundamentos de la moral:
La ética de
responsabilidad nos plantea que, en cualquier situación que se nos presente y
sin importar las normas que tengamos debemos pensar en todo lo que desencadenará
la acción que deseamos ejecutar. La falla que esta presenta es que esta puede
presentar acciones incoherentes y/o pasivas en las acciones que cometemos ya
sea por miedo, estrés o estados de ánimo.
Por otro lado, la ética
de convicción nos habla sobre como las acciones que cometemos tienen que ser
moralmente correctas pues estas trabajan con la lógica del bien y el mal,
quiere decir que si obramos bien cosas buenas ocurrirán y, por el contrario, si
hacemos el mal, pues eso es lo que obtendremos. El problema de esta es que no
permitir el error, pues si cometemos una acción que a nuestro parecer es
positiva el resultado de esta tiene que ser del mismo modo, pero si esta
resulta ser negativa ya no recae en nuestra responsabilidad porque según
nuestra “convicción” nosotros hemos obrado bien y esto conlleva a que la
culpabilidad la tengan los demás.
Listo lo anterior podemos
proseguir:
Los espacios públicos se
convierten en los escenarios principales de los recorridos de miles de mujeres
a diario, en donde según la última encuesta de victimización realizada por el
portal stopstreetharrasment.org por lo menos 7 de cada 10 mujeres son víctimas
de un tipo de agresión que, por su cotidianidad, se ha convertido en una
práctica poco sancionada socialmente.
Se trata del acoso sexual
callejero, violencia de la cual son víctimas mujeres de todas las edades,
estratos y etnias. El acoso callejero vulnera sus derechos más básicos de
libertad para movilizarse de manera segura por lugares públicos, peor aún si
entre las víctimas se encuentran niñas y adolescentes que, dada su corta edad,
no pueden comprender del todo la naturaleza ni el por qué de la violencia a las
que han sido expuestas.
El problema es más grave
de lo que se cree comúnmente, pues trae una serie de consecuencias nefastas
para ambos géneros; las mujeres pierden la libertad de circular por ciertos
lugares, pues no se sienten seguras, evitan ponerse ciertas prendas que hacen
visible alguna parte de su cuerpo para no generar miradas indeseadas; por otro lado, los hombres pueden
sentir que son objeto de rechazo y recelo por parte del género opuesto, así
también, corren el riesgo de ser percibidos como seres sin raciocinio e incapaces
de controlar sus instintos. Es decir, es un fenómeno de preocupación general,
pues nos aleja de una relación saludable a nivel de comunidad, que lleva a
enclaustrarnos en un solo grupo, se perciben a los hombres como los “otros”
desde una óptica negativa; por ende, se fortalecen los estereotipos entre ambos
y el escenario se convierte en una interacción hostil y agresiva. Todo ello
unido al poco compromiso por parte de la publicidad y los medios de
comunicación que aún proyectan contenidos de corte machista y vulgar en donde
la mujer es arrebatada de su condición humana para convertirse en objeto de
deseo donde es permitido calificarla con los adjetivos más denigrantes e
incluso tocarlas.
La mayoría de los
acosadores percibe estos hechos como inofensivos pues creen que están
“piropeando” y, por ende, ellas deberían sentirse agradecidas porque están
resaltando su físico de manera positiva. La realidad es que escuchar juicios de
valor acerca de sus cuerpos por parte de desconocidos, vulnera su libertad y
tranquilidad, ellas se convierten para estos sujetos en objetos de carne en la
que ellos refuerzan su virilidad y su posición jerárquica en la estructura de
género, donde ellos asumen que las mujeres deben tomar una posición sumisa
frente a los improperios recibidos.
Esto se demuestra claramente
en los casos en los que las mujeres se han aventurado a confrontar a su
acosador y estos han reaccionado de manera violenta, como si éstas estuvieran
yendo en contra de una dinámica establecida; en otros casos, terminan
ocultándose y evadiendo réplicas. El temor a que estos sujetos pongan en riesgo
la integridad de ellas es lo que, la mayoría de las veces, las reprime a
responder ante el acoso, así mismo adquieren un estado de shock y su capacidad
de reacción se anula por completo. La sensación después de haber experimentado
un hecho así solo lo pueden entender quienes han pasado por lo mismo: asco,
rabia, ira, temor, indignación e impotencia.
Es ahora cuando
vinculamos las diferentes éticas expuestas anteriormente. El acosador comete
estos delitos basados en una moral creada por una sociedad machista, ocupando
la ética de convicción sobre la ética de responsabilidad (sabiendo claramente
las consecuencias que pueden caer sobre sobre él) cree firmemente que lo que
hace es totalmente “normal” (ya que su entorno así lo cree), pero ¿Qué pasa
cuando es descubierto y confrontado? Pues siguiendo el criterio ético anterior
la culpa no es de él, sino de la “exhibicionista muchacha que lleva minifalda y
escote”. Y es así como muchas de estas personas se excusan que fueron
“provocados” por la víctima y que ellas mismas buscan ser acosadas, algo que
claramente es falso.
Por otro lado, como bien
mencionaba anteriormente en este ensayo, lamentablemente muchas veces la
víctima tiene miedo de denunciar estos hechos y es ahí donde la ética de
responsabilidad resalta sobre la ética de convicción, pues, aunque la mujer
tenga claro por su moral que lo que ha sufrido es un hecho de violencia, puede
que tenga el temor de denunciar por todas las consecuencias negativas que puede
traer consigo delatar a su agresor. Pero esto no ocurre solamente con la mujer
no denunciante, sino con las mismas personas que son testigos de este acto, al
igual que con ellas aparece el miedo, los estados de shock, el qué dirá el
resto, hay un claro temor por las reacciones de la sociedad que caerán sobre
uno y eso es algo que no podemos permitir.
Es por estos motivos que
he llegado a la conclusión de que cada acosador sigue una ética completamente
de convicción sin importarle lo que les ocurran a las personas afectadas pues según
él nunca será el culpable, y por otro lado las personas que tienen el temor de
denunciar e impedir estos actos siguen la ética de responsabilidad por las
posibles represalias que esto conlleva.
Creo firmemente que nunca
y en ningún caso un acoso será culpa de una mujer, ya sea por caminar sola,
usar ropa ajustada, mostrar un poco más de piel, salir de noche, etc. Condeno
rotundamente a cada acosador y me quito el sombrero frente a cada valiente
mujer que sin temor denuncia estos actos de violencia y también ante las
personas, hombres y mujeres, que sin importar las consecuencias no se quedan de
brazos cruzados al presenciar este tipo de violencia y sin pensarlo dos veces
van en ayuda de la víctima.
Por último, tengo la convicción
y la certeza de que la sociedad está cambiando y tomando conciencia respectos a
los derechos de la mujer para así lograr una igualdad de género en donde todos
podamos vivir de la mejor manera posible y en paz.
Bibliografía:
Stopstreetharrasment.org
https://www.academia.edu/9370551/Acoso_callejero
http://larepublica.pe/25-07-2012/7-de-cada-10-mujeres-en-el-mundo-ha-sufrido-alguna-vez-acoso-sexual-callejero
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