miércoles, 16 de enero de 2019

Amour, de Michael Haneke

Por Fabrizzio Verdugo

Pocas veces algún director logra capturar nuestra realidad de forma tan pura y honesta como lo ha logrado Michael Haneke en su película “Amour” del año 2012. En este ensayo expondré las razones por las cuales creo que esta película logra esa pureza y honestidad que cuesta tanto encontrar en el cine contemporáneo. Aunque muchos puedan cuestionar la objetividad que puede tener este tipo de afirmaciones sobre una obra de arte, creo tener la capacidad de afirmar con bastante certeza que la película de Haneke logra dicha pureza y honestidad. Esto ya que en algún momento de mi vida me toco presenciar muchas de las circunstancias que se narran en esta película, y puedo decir que personalmente pocas veces he visto que una película logre reflejar la realidad en todos sus aspectos de forma tan potente y coherente.
Amour es una co-produccion de Francia, Austria y Alemania. Nos cuenta la historia de Anne (Emmanuelle Riva) y Georges (Jean-Louis Trintignant), una pareja de ancianos, que ve interrumpida la tranquilidad de sus vidas por una severa enfermedad que afecta a Anne. Esta enfermedad obliga a Anne a someterse a una operación que la deja con severas secuelas, las cuales no le permitirán valerse por sí misma. Esto nos lleva a relatarnos el duro proceso de cuidar de una persona enferma, tanto para Georges que es quien cuida incesantemente de Anne, como para Anne, quien sufre lo doloroso y denigrante que puede llegar a ser el no poder valerse por sí mismo.
Si bien la historia y el guion ya logran por si solos relatar muy verídicamente el dolor que provoca esta clase de sucesos, es la dirección de Haneke y las interpretaciones de Riva y Trintignant las que logran llevar esta historia a otro nivel. 
La dirección de Haneke es simplista, con un ritmo tranquilo, planos estáticos y casi sin música de fondo. Esto permite al espectador centrar su atención en las interpretaciones de los actores, quienes logran hacer suyos estos personajes de tal manera que se pierde la noción de la ficción.  La calidad de las actuaciones es innegable. Sin la necesidad de diálogos que expresen literalmente el sentir de los personajes los actores nos hacen sentir cada emoción de estos con sus interpretaciones.
El ritmo en la narrativa es algo muy destacable de parte de la dirección. Ante una historia que en momentos se vuelca tan triste y desoladora habría sido muy fácil caer en el sentimentalismo, y mostrar principalmente el dolor que deben atraviesan los personajes; pero Haneke trata la historia de otra manera. Si bien nos presenta de forma bastante cruda lo impactante, denigrante y difícil que puede llegar a ser cuidar de una persona enferma, no se deja llevar solo por eso, y se concentra también en mostrar el por qué esta pareja lucha por seguir el uno con el otro, mostrándonos el cariño que se tienen y creando un hermoso retrato del amor de dos personas.
 Así, la película es narrada oscilando entre el dolor y la felicidad, hasta llegar a lo inevitable. Tal como en la vida real, hay cosas que ni el tiempo ni el amor pueden curar, y los personajes se verán en más de alguna ocasión superados por el dolor de esta situación que les ha tocado vivir. Hasta llegar al desenlace de la película, el cual no tengo la intención de contar, pero si puedo adelantar que es más que inesperado y poético, dejando al espectador sin nada más que admirar la gran visión de este director.
Todo esto sumado al gran trabajo técnico y artístico de la película complementa a crear una obra única y esencial; una historia que pareciera ser solo un recuerdo, un sueño, es ahora una fuente de reflexión para todos aquellos que logren verla. Una reflexión que nos lleva a preguntarnos ¿Seriamos capaces de vivir una vida de esa manera?, ¿Seriamos capaces de enfrentar una situación de esa manera?, ¿Seriamos capaces de amar de esa manera? Todo esto gracias a la visión del director Austriaco, quien ha sido capas de regalarnos una de las mejores películas de lo que va de este siglo.
Haneke ha reafirmado su innegable talento. Con más de dos décadas haciendo cine ya ha logrado establecerse entre los más influyentes directores Europeos contemporáneos, llegando a un nivel que muy pocos podrían lograr. Si alguien duda de esto, solo les puedo decir que se den el tiempo de ver Amour, no se van a arrepentir.

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