Todos hemos
experimentado esa sensación de libertad y adrenalina que nos produce volar, ya
sea cuando vamos en un avión, practicando algún deporte extremo en las alturas,
al caer después de un salto largo o en nuestros remotos recuerdos de un sueño en
el que vamos volando.
Mis razonamientos
básicos sobre las leyes de la física básica me impiden imaginarme siendo capaz de volar por mis medios. Sin embargo, como muchas otras situaciones en nuestra
vida, hay temas que se escapan a nuestra racionalidad que son posibles y
verídicos.
Uno de estos temas es
precisamente volar, pues, aunque nuestros cuerpos carecen de atributos, es
posible llevarlo a cabo siguiendo ciertos pasos, atravesando desafíos
emocionales y realizando pruebas físicas de gran dificultad. Es necesario destacar que no todos somos aptos
para esta hazaña, pues a muchos, nuestra mentalidad nos impide ir mucho más
allá y los limita a atentar en contra lo que creemos; somos firmes y obstinados
en nuestras posturas.
Un ejemplo claro de
alguien que sí lo logró es Walter Claiborne. Niño huérfano de nueve años nacido
en Saint Louis que vivía en la casa del su tío. Era un chico flaco que
generalmente deambulaba por las bohemias noches de su ciudad con su ropa sucia
esperando las oportunidades que le presentara la vida para sobrevivir. Tenía un
carácter fuerte, era altanero y le gustaba hacer lo que le viniera en gana.
Pero Walter no lo hizo
solo y durante el proceso fue ayudado por un Maestro en dicho arte; Yehudi,
tipo pulcro, de carácter fuerte y con paciencia a destacar que lo guió siempre
por el sendero al éxito.
El éxito era claro y era
uno; volar para ser millonarios. Cómo lo iban a lograr era lo complejo, pues
Walter debía dejar su muchos aspectos de su vida tanto emocional como físicos,
alejándose de su ciudad natal para adaptarse
a las reglas y a las exigencias que el Maestro le indicara sin protestar, si
poner resistencia y confiando cien por ciento en él.
El proceso fue
complicado, pues el niño era obstinado, rebelde y le disgustaba someterse ante
la autoridad de los demás, esto le hacía sus días largos y amargos. Tenía
ideales racistas y sexistas que le impedían compartir con las nuevas personas
que el destino y su finalidad de alcanzar el vuelo le iban poniendo a su lado.
Sin embargo fueron estas
personas justamente las que le ayudaron a salir adelante y lo ayudaron sin
importar su mal comportamiento, sus malos tratos y las innumerables faltas de
respeto. Pues, las pruebas que tenía que
soportar iban por etapas y mientras más iba avanzando en éstas, se le
ponía más complicado porque el estado físico que requerían era sumamente importante,
era desgastante cumplir con los desafíos y al final de cada una estaban ellos
ahí para apoyarlo, levantarle el ánimo y revitalizarlo incluso cuando creía que
no podría más.
Con el paso de los días,
de los meses y de los años, el ya no tan pequeño Walter que había atravesado
por estrepitosas pruebas, le tomó cariño a las personas que vivían con él,
aprendió a respetar las diferencias y a valorarlos por lo que eran. Y como la vida no siempre es justa, el
chiquillo tuvo que ver cómo le quitaban a sus seres queridos, tuvo que aprender
cosas que con facultad aprendemos los adultos. Desencadenando progresivamente
estados de concentración mental y física que finalmente le permitieron elevarse
del suelo.
Al alcanzar el éxito el joven
Walt, vivió, disfrutó y agradeció con todo su corazón a todas las personas que
conoció, todo lo que vivió y cada una las recompensas que le dieron tantos
sacrificios.
Esto deja entre ver que
volar no es algo fácil y si se quiere llegar a hacerlo es indispensable estar
dispuestos a las complicaciones y ser concientes de los sacrificios que esto
implica.
¿Cómo darnos cuenta de
nuestra aptitud para hacerlo? Buscando
todo lo necesario en nuestros pensamientos y liberándonos mentalmente, quitándonos
ataduras, derrumbando nuestros propios límites, aceptándonos como somos,
mejorando nuestros errores y reforzando nuestras virtudes.
No todos podemos volar
físicamente pues a muchos nos limita nuestra razón, no hemos pasado las suficientes
pruebas y no estamos condicionados de forma alguna para lograrlo. Esto no
implica que no podamos abrir nuestra mente a nuevo mundos, a mundos para lo que
sea necesario derrumbar murallas mentales, prejuicios, prototipos y modelos. Si
tu cuerpo no puede volar, lo que con seguridad si podrá es tu mente.
Bibliografía:
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