lunes, 12 de diciembre de 2016

Universo y percepción

Por Juan A. González G.
Estudiante de Ingeniería Matemática.


Desde la antigüedad los pensadores se han hecho la pregunta de cómo adquirimos conocimiento acerca de la realidad y si ese conocimiento es seguro y verdadero, de si existe una realidad exterior única, objetiva e independiente del observador, que es susceptible de ser descubierta, o si por el contrario, la realidad es una “creación” de quien la investiga.  La corriente que desde hace algún tiempo se ha comenzado a denominar constructivista radical se ha dedicado a estudiar el supuesto “descubrimiento” de la realidad dando énfasis a que las presuntas realidades ya establecidas de manera objetiva e independiente al investigador  (sean científicas, sociales u otras) son abordadas a través de supuestos que se toman como aspectos “objetivos” de la realidad, dados por del sentido común, sin embargo estos supuestos pueden ser (y muchas veces lo son) consecuencias de la forma de buscar la realidad.


Quiero dejar claro desde un principio que no pretendo contestar una pregunta con este ensayo, solamente mostrar que el hacerse la pregunta acerca de si existe la realidad independiente del observador no es absurda ni trivial. Preguntarse si existe una realidad objetiva e independiente que puede ser descubierta por el individuo, y por otra parte, si es posible que la realidad sea creada por el observador, a primera vista parece absurdo. Si la realidad es creada por el observador ¿Cómo puede entonces ser la realidad verdadera y única?  Y en contraposición ¿Cómo podríamos saber que lo que percibimos a través de nuestros sentidos no es de verdad la realidad? Podríamos razonar recursivamente y preguntarnos acerca de cómo es que entonces seríamos capaces de poder estar seguros de que sabemos lo que creemos saber en base a nuestra experiencia sensorial y a nuestra capacidad de razonamiento, tomando en cuenta que esta última está indefectiblemente ligada a nuestro dominio del lenguaje.  Por una parte parece que esta pregunta simplemente no se puede contestar desde la experiencia del individuo, y por otra parte resulta para muchos “obvio” que la pregunta es intrascendente, dado que, en nada afecta a nuestro diario vivir (sé que si toco el fuego me quemaré y no necesito preguntarme si mi quemadura es real). Sin embrago varios experimentos hechos durante el siglo XX refuerzan la posición del llamado constructivismo radical (para quienes el saber está estrechamente ligado a quien lo busca y, en último término es creado y no descubierto). 

Últimamente se ha postulado la teoría (basada en antecedentes históricos y estudios antropológicos) de que en varias civilizaciones de la antigüedad el color azul no existía (es  decir, no era percibido por los seres humanos). También está el ejemplo de relatos acerca de que, para los nativos americanos los barcos de los conquistadores españoles resultaron invisibles al momento de llegar a las costas mexicanas al no asemejarse a nada que estuvieran acostumbrados a ver. Es también de conocimiento popular el término profecía auto cumplida, que hace alusión a que el dar un hecho futuro por cierto influye en que este suceda. Daré tres ejemplos concretos acerca de este punto:

En marzo de 1979 los periódicos de California comenzaron a publicar noticias sensacionalistas acerca de una pronta reducción en el suministro de gasolina. La noticia alarmó a los habitantes, que quisieron llenar de combustible sus vehículos para hacer frente a la inminente escasez.  Esta repentina demanda de combustible hizo que los proveedores se quedaran rápidamente sin abastecimiento debido al súbito cambio de conducta en los consumidores, que en su mayoría  acostumbraban  a llevar su auto con el  estanque más vacío que lleno, lo que a su vez condujo a la situación de escasez que se había anunciado.  Al pasar el pánico inicial (que derivó en largas  colas y horas de espera para poder llenar los estanques) se comprobó que el suministro de combustible de California en realidad nunca sufrió disminución alguna.   
          
Otro ejemplo de esto es el experimento del psicólogo de la Universidad de Harvard Robert Rosenthal, en el que, en cierta escuela primaria, que contaba con dieciocho maestros y más de seiscientos cincuenta  alumnos, antes de comenzar el año escolar se les aplicó un test de coeficiente intelectual a los estudiantes que ingresaron ese año. A los profesores se les dijo que, según los resultados del test, un 20% de los estudiantes tendrían rápidos progresos y un rendimiento por sobre el promedio, y antes de su primera clase con los alumnos nuevos se les entregaron los nombres (que fueron elegidos completamente al azar) de quienes supuestamente se esperaba este desempeño extraordinario. A fin de año se les volvió a aplicar dicho test (esta vez de los resultados no se asignaron al azar),  y aquellos alumnos supuestamente aventajados fueron quienes precisamente tuvieron los mejores resultados, no sólo en los test de inteligencia, sino que también en los informes de cuerpo docente que señalaban que estos alumnos también aventajaban a sus pares en conducta, curiosidad intelectual, etc.

Esto no se circunscribe solamente al ámbito de los seres humanos: un experimento realizado por el mismo Rosenthal, publicado en 1966, y que en los años siguientes fue repetido por muchos investigadores confirmando los resultados, trató de un grupo de doce participantes de una práctica de psicología experimental a quienes se les dictó un curso sobre investigaciones que demostraban (supuestamente) que mediante la cruza selectiva de ratas de laboratorio podrían obtenerse crías que tendrían desempeños relativamente buenos en pruebas, por ejemplo de experiencia de aprendizaje con laberintos. Seis de los estudiantes recibieron un grupo de treinta ratas con antecedentes genéticos que garantizaban (supuestamente) que serían animales inteligentes y de buen desempeño, y los otros seis estudiantes recibieron treinta ratas de las que se aseguraba lo contrario, es decir que por sus antecedentes genéticos no se adecuarían a los experimentos.  En realidad se trataba de sesenta ratas en igualdad de condiciones. Los sesenta animales fueron sometidos a las mismas pruebas de aprendizaje con laberintos, las ratas de quienes sus instructores creían se trataba de animales inteligentes se comportaron desde un principio mucho mejor que aquellas supuestamente no inteligentes. Al concluir el experimento de cinco días, aquellos estudiantes que creían haber trabajado con las ratas no inteligentes emitieron informes negativos acerca de éstas, mientras que los que trabajaron con los animales supuestamente inteligentes informaron que éstos no sólo poseían inteligencia, si no también simpatía, sagacidad, etc. y declararon que frecuentemente los habían tocado, acariciado y jugado con ellos. Podría uno preguntarse acerca de si las ratas (como animales inteligentes que son) podrían haber percibido las expectativas (positivas o negativas) de sus adiestradores y que esto haya influido en su comportamiento, pero un experimento similar informado en 1963 por el equipo de investigación de Cordaro e Isan hizo lo propio, pero esta vez con lombrices, obteniendo resultados similares (en esta ocasión no se les habló cruza, sino de alimentación supuestamente diferenciada), por lo que podríamos descartar la influencia de los experimentadores en los animales y confirmar que los resultados fueron influenciados por las expectativas de quienes realizaron las pruebas.

Un ejemplo que no es precisamente una profecía auto cumplida, pero que sí refuerza la posición constructivista radical, es un experimento hecho por David Rosenhan en el campo de la psiquiatría: Se tomó a personas que no tenían historial psiquiátrico y se les ingresó en once diferentes hospitales (y una clínica privada) de la especialidad fingiendo haber tenido síntomas de alucinaciones auditivas. A los pseudopacientes se les cambió sólo el nombre y la profesión (no los detalles acerca de su vida familiar y social) y se les pidió que trataran de mostrar con su comportamiento que en realidad estaban sanos. Desde el principio se les reconoció como pacientes ejemplares en cuanto a conducta y cooperación, sin embargo el experimento dio como resultado que ninguno de los pseudopacientes fue reconocido como una persona  sana. Por el contrario, a todos se les dio el alta con diagnóstico de esquizofrenia en remisión, excepto a uno (el que se internó en la clínica) a quien se le diagnosticó psicosis maníaco depresiva en remisión.  Este experimento pone en duda el diagnóstico psiquiátrico, no en el sentido de que ciertas formas de conducta se apartan de la norma (como por ejemplo las alucinaciones o la violencia), sino en la dificultad del profesional para diferenciar al individuo “sano” del “enfermo”, y de estar enfermo diagnosticar en qué grado se lo está.


Pero la pregunta acerca de si nuestros conocimientos son descubrimiento de la realidad o creación del observador no solo atañe a la filosofía, la psicología, las ciencias sociales o a las relaciones humanas. También la física y la matemática han estado afectadas por esto a lo largo de su historia.

La abstracción y la analogía han sido desde un principio las herramientas por excelencia de las ciencias, y la idealización de situaciones ha contribuido a poder conquistar muchos de los problemas de las ciencias naturales (es así que hablamos de gases “ideales”, poleas “sin roce”, cuerdas “sin masa”, etc.).  Al idealizar una situación se puede resolver el problema poniendo atención sólo a las características relevantes para el problema en cuestión. Y luego de obtener la solución al problema idealizado se lo empieza a complejizar más para ir dándole más realismo. Pero, esta idealización parte desde la percepción que tiene del mundo el investigador, y no de la realidad física del mundo.

El problema de la percepción de la realidad en física está ligado a la experimentación: Si una teoría da resultados experimentales correctos se le acepta como verdadera o como una ley de la naturaleza, de esta manera, nuestra percepción de lo que es real se suscribe a lo que podamos experimentar (o por lo menos imaginar que podríamos llegar a experimentar).  Es sabido que la mecánica de Newton (usada hoy en día en innumerables aplicaciones, y ampliamente aceptada como verdadera durante siglos) entra en contradicciones con la teoría electromagnética de Maxwell (precisamente de esa contradicción nace el germen que culminaría en la teoría especial de la relatividad de Einstein), los experimentos muestran que para velocidades suficientemente altas la teoría de Newton ya no es válida.  Otro ejemplo es que en la mecánica clásica existe una fuerza que atrae a las masas: la gravedad, en cambio para la teoría general de la relatividad de Einstein no existe dicha fuerza: la presencia de masas curva el espacio tiempo lo que hace que los cuerpos tomen tal o cual trayectoria, que antes era explicada mediante una fuerza.  Podríamos pensar entonces que la teoría de Newton era sólo una aproximación de la realidad, y por lo tanto nada impide pensar que la de Einstein también lo es. De hecho, un problema abierto en física teórica es poder juntar las dos teorías más exitosas del último tiempo: la mecánica cuántica y la relatividad general (que explica la “gravedad”), para así explicar en una sola teoría libre de contradicciones las cuatro fuerzas fundamentales del universo (interacción fuerte en el núcleo atómico, interacción débil entre partículas, electromagnetismo y gravedad). Volviendo a la mecánica cuántica, ésta  predice que lo observado es alterado por el observador por el hecho de medir, y da una descripción probabilista del universo en la que la “causa” y el “efecto” intercambian papeles. Esto se ha comprobado es distintos experimentos siendo el más célebre el de la doble rendija, lo que podría reafirmar la idea de que la realidad es construida por quien la observa. Pero no se puede ser categórico, dado que, tanto esta teoría, como los experimentos que la respaldan nuevamente parten de la imagen de la realidad que tienen los científicos que la desarrollan.  
                                  
En matemática la historia no es muy distinta, luego de la famosa crisis de la intuición matemática del último tercio del siglo XIX (descrita en mi ensayo “¿Es realmente importante la pregunta acerca de los fundamentos de la matemática?”) se aunaron grades esfuerzos por establecer la corrección de la matemática, sin embargo, al poco andar se descubrió la célebre Paradoja de Russell acerca del conjunto formado por “todos los conjuntos que no pertenecen a sí mismos”. La solución dada por los matemáticos fue simplemente no permitir que existan proposiciones que hablen acerca de sí mismas (tales como “esta frase es falsa” la que obviamente es verdadera si y sólo si es falsa), restringiendo así el dominio del discurso matemático con tal de salvaguardar la corrección de su estructura.

Para los matemáticos constructivistas (que actualmente no son tomados muy en serio, por no decir ignorados, por la comunidad matemática) hay reparos en cuanto al camino que tomó la investigación matemática pura en el “paraíso intelectual” según describió Hilbert a la herencia dejada por Cantor. Los constructivistas critican el usar el principio del tercero excluido (que asevera que toda proposición es, o bien verdadera, o bien falsa) en situaciones en las que no se conoce un método efectivo para decidir una de las dos opciones. También se critica el uso del Axioma de selección, según el cual es posible elegir un elemento de cada conjunto de una familia de conjuntos dada, en el caso de que esta familia sea infinita. El tercer reparo y quizás el más controversial versa sobre como los matemáticos actuales “creen” que una construcción matemática es “verdadera” solo por el hecho de ser consistente, es decir, por no existir la posibilidad de que lleve a contradicciones.

Podría el científico objetar con mucha razón que la ciencia no tiene por qué explicar lo que realmente es el mundo físico, solamente tratar de entender cómo funciona, y que en último término el saber cómo funciona nuestra imagen del mundo físico nos basta para desarrollar a la civilización. A esto podríamos rebatir, no con menos razón, que precisamente la investigación científica irá hacia dónde la mirada de los investigadores la lleven, exista una realidad independiente del observador o no.                                                                     .                                                  


Bibliografía
  • Watzlawic, P. y otros (1994). La realidad inventada ¿Cómo sabemos lo que creemos saber? 3a edición. Barcelona. Gedisa.
  • Torretti, R. (1998). El paraíso de Cantor. 1ª edición. Santiago. Universitaria.
  • BBC Mundo. British Broadcasting Corporation. Recuperado 10 de diciembre 2016. http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160217_griegos_color_azul_finde_dv   
  • Wikipedia, la enciclopedia libre. Wikimedia foundation, Inc. Recuperado 10 de diciembre 2016.







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