Una noche cualquiera
Ésa, para mí, era una noche como todas las demás. Básicamente,
me refiero a que preparé mi comida nocturna en compañía del noticiario central…ése
que se trasmite alrededor de las nueve de la noche. La verdad, no es que me
produzca particular placer, sólo, suelo sintonizarlo en espera de que mi hora
de comer no sea tan silenciosa.
De todos modos, acostumbro a no prestar mayor atención a lo que dice el señor que conduce el noticiario…suelo estar demasiado ocupado comiendo.
No tengo tan claro por qué, esa vez empecé a concentrarme en el relato de los sucesos recientes (quién sabe, quizá la comida no quedó tan sabrosa).
De pronto, entré en razón que el relator repetía palabras similares todo el tiempo: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”. Me puse a pensar en que, quizá, este señor de las noticias era particularmente monotemático, así que, a modo de experimento, busqué en otro canal un poco de variedad.
En esta nueva emisora, era una señorita la que relataba el acontecer nacional. Para mi sorpresa, parecía que esta señorita leía el mismo guion que el señor anterior: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”.
Me produjo bastante intriga esta coincidencia, por lo que busqué una tercera emisora, y…nuevamente: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”.
Me pregunté: “¿No ha pasado nada más en este país hoy?”. Un poco molesto, volví a buscar una emisora diferente.
Esta vez, era una entrevista, lo que, a priori, tenía mejor pronóstico. El entrevistado era un senador conservador, el que planteaba medidas para para acabar con la “delincuencia”, la que, según él, se había tomado las calles de este país.
Si el señor del noticiario era monotemático respecto a los sucesos, el señor senador lo era al decir “delincuente”, “cárcel”, “justicia”. Luego de repetir sus “palabras mágicas” en reiteradas ocasiones, el entrevistador le consulta su opinión respecto a una manifestación de estudiantes, la que tenía por consigna “educación gratuita y de calidad”. El señor senador, con mayor énfasis que cuando hablaba sobre el tema anterior, dijo que eran “violentistas”, que nada les daba derecho a disturbar de tal modo la vida de los ciudadanos. Según él, “el sistema de mercado permite la libertad de elegir el modelo educativo”, “el lucro es un incentivo a la inversión en educación”, “no es justo que con recursos de todos los chilenos se financie a quienes pueden pagar”, y muchas afirmaciones similares.
En ese instante, me puse a pensar si acaso no hay una relación entre el acceso a la educación en todos sus niveles, y la posibilidad de que un individuo incurra en los actos que el señor senador definía como “delictuales”. ¿No es, acaso, la educación una forma de generar conciencia de la otredad?
En ningún momento el señor senador hizo algún análisis respecto a cómo una sociedad tan desigual puede afectar el modo en que se forman los individuos, sólo se limitó a proponer castigos más duros, mientras en todos los noticiarios seguían repitiendo: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”. Al parecer, en los medios de comunicación, entrevistados y entrevistadores piensan que el que “delinque” lo hace por gusto, por comodidad, y que la segregación en el acceso a la educación no juega ningún rol en el actuar delictual.
Finalmente, preferí disfrutar mi comida “no sabrosa” en silencio.
De todos modos, acostumbro a no prestar mayor atención a lo que dice el señor que conduce el noticiario…suelo estar demasiado ocupado comiendo.
No tengo tan claro por qué, esa vez empecé a concentrarme en el relato de los sucesos recientes (quién sabe, quizá la comida no quedó tan sabrosa).
De pronto, entré en razón que el relator repetía palabras similares todo el tiempo: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”. Me puse a pensar en que, quizá, este señor de las noticias era particularmente monotemático, así que, a modo de experimento, busqué en otro canal un poco de variedad.
En esta nueva emisora, era una señorita la que relataba el acontecer nacional. Para mi sorpresa, parecía que esta señorita leía el mismo guion que el señor anterior: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”.
Me produjo bastante intriga esta coincidencia, por lo que busqué una tercera emisora, y…nuevamente: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”.
Me pregunté: “¿No ha pasado nada más en este país hoy?”. Un poco molesto, volví a buscar una emisora diferente.
Esta vez, era una entrevista, lo que, a priori, tenía mejor pronóstico. El entrevistado era un senador conservador, el que planteaba medidas para para acabar con la “delincuencia”, la que, según él, se había tomado las calles de este país.
Si el señor del noticiario era monotemático respecto a los sucesos, el señor senador lo era al decir “delincuente”, “cárcel”, “justicia”. Luego de repetir sus “palabras mágicas” en reiteradas ocasiones, el entrevistador le consulta su opinión respecto a una manifestación de estudiantes, la que tenía por consigna “educación gratuita y de calidad”. El señor senador, con mayor énfasis que cuando hablaba sobre el tema anterior, dijo que eran “violentistas”, que nada les daba derecho a disturbar de tal modo la vida de los ciudadanos. Según él, “el sistema de mercado permite la libertad de elegir el modelo educativo”, “el lucro es un incentivo a la inversión en educación”, “no es justo que con recursos de todos los chilenos se financie a quienes pueden pagar”, y muchas afirmaciones similares.
En ese instante, me puse a pensar si acaso no hay una relación entre el acceso a la educación en todos sus niveles, y la posibilidad de que un individuo incurra en los actos que el señor senador definía como “delictuales”. ¿No es, acaso, la educación una forma de generar conciencia de la otredad?
En ningún momento el señor senador hizo algún análisis respecto a cómo una sociedad tan desigual puede afectar el modo en que se forman los individuos, sólo se limitó a proponer castigos más duros, mientras en todos los noticiarios seguían repitiendo: “portonazo”, “asalto”, “delincuencia”. Al parecer, en los medios de comunicación, entrevistados y entrevistadores piensan que el que “delinque” lo hace por gusto, por comodidad, y que la segregación en el acceso a la educación no juega ningún rol en el actuar delictual.
Finalmente, preferí disfrutar mi comida “no sabrosa” en silencio.
Delincuencia
En una especie de ejercicio mental, me puse a divagar
sobre las infinitas posibilidades que rodean cualquier acontecimiento. Por
ejemplo, pensar qué pasaría si un exitoso periodista hubiera nacido en el
entorno que nacen todos esos “delincuentes” a los que él suele juzgar. Tratando
de aterrizar un poco mi divagación, si esta persona a la que hago alusión
hubiese nacido en una de esas emblemáticas poblaciones que él suele
criminalizar, si él hubiera tenido de ejemplo los mismos ejemplos que tuvieron
esos “delincuentes” … ¿sería él un exitoso comunicador? Definitivamente, las
estadísticas no hubiesen estado de su lado.
Y… ¿si lo pensamos al revés? Si uno de esos sujetos a los que él siempre estigmatiza, hubiese nacido en un entorno valórico distinto, con acceso al saber y con la libertad del sentir… ¿seguiría estando en los titulares del acontecer nacional?
Parece ser que, siempre que se aísla la conducta de un sujeto respecto al entorno en que se formó, se propone un componente “religioso”, aduciendo que el “antisocial” elige ser lo que es, prácticamente, asumiendo que los individuos nacen “buenos” o nacen “malos”, como si eligieran nacer donde nacen, como si eligieran tener los ejemplos que tuvieron…como si eligieran tener las carencias que tuvieron.
Luego, alguien que es víctima de un hecho delictual, desea las “penas del infierno” a su victimario. Una reacción comprensible al sentirse violentado, pero… ¿logra entender qué hay detrás de tal hecho de violencia? Volvemos a lo mismo, la conclusión parece apuntar a que el “delincuente” elije ser lo que es. Y, ahí es cuando aparece el relato de que alguien conoce a alguien que conocía a alguien que nació en una población y que hoy es un exitoso profesional. He oído ese argumento en tantas ocasiones como gente hay en esta ciudad.
En mi opinión, hay que ver esta situación como una “enfermedad” contagiosa. La violencia del entorno, genera individuos violentos…es un hecho. Las excepciones que se puedan contabilizar, no hacen más que confirmar la regla. Y, al tratarse de cualquier enfermedad, la solución es tratamiento, no castigo. Nadie dice al tuberculoso “delincuente”, ni propone un castigo a su padecimiento. Entonces, ¿por qué el enfermo de “violencia” es juzgado? Coincido en que el “delincuente” no debiera transitar por las calles libremente, pero, no porque sea culpable de su padecimiento, si no, porque debe ser “tratado” de su afección. En ese sentido, creo en un sistema penitenciario que rehabilita, que educa, que entrega las oportunidades de la cuales se ha carecido, que reinserta. No creo en un centro de castigo medieval que su único acierto es aumentar la “enfermedad” con la que carga un ser humano.
Así mismo, la principal medida para disminuir los “focos infecciosos” de la violencia, es garantizar el acceso universal a la educación. Incluso, más que como un derecho de los individuos, como una obligación del estado, que es el principal responsable de la integridad de todos sus habitantes. La evidencia lo demuestra…en los sectores que mayor acceso a educación ha habido, menos “delincuencia” registran las estadísticas.
Y… ¿si lo pensamos al revés? Si uno de esos sujetos a los que él siempre estigmatiza, hubiese nacido en un entorno valórico distinto, con acceso al saber y con la libertad del sentir… ¿seguiría estando en los titulares del acontecer nacional?
Parece ser que, siempre que se aísla la conducta de un sujeto respecto al entorno en que se formó, se propone un componente “religioso”, aduciendo que el “antisocial” elige ser lo que es, prácticamente, asumiendo que los individuos nacen “buenos” o nacen “malos”, como si eligieran nacer donde nacen, como si eligieran tener los ejemplos que tuvieron…como si eligieran tener las carencias que tuvieron.
Luego, alguien que es víctima de un hecho delictual, desea las “penas del infierno” a su victimario. Una reacción comprensible al sentirse violentado, pero… ¿logra entender qué hay detrás de tal hecho de violencia? Volvemos a lo mismo, la conclusión parece apuntar a que el “delincuente” elije ser lo que es. Y, ahí es cuando aparece el relato de que alguien conoce a alguien que conocía a alguien que nació en una población y que hoy es un exitoso profesional. He oído ese argumento en tantas ocasiones como gente hay en esta ciudad.
En mi opinión, hay que ver esta situación como una “enfermedad” contagiosa. La violencia del entorno, genera individuos violentos…es un hecho. Las excepciones que se puedan contabilizar, no hacen más que confirmar la regla. Y, al tratarse de cualquier enfermedad, la solución es tratamiento, no castigo. Nadie dice al tuberculoso “delincuente”, ni propone un castigo a su padecimiento. Entonces, ¿por qué el enfermo de “violencia” es juzgado? Coincido en que el “delincuente” no debiera transitar por las calles libremente, pero, no porque sea culpable de su padecimiento, si no, porque debe ser “tratado” de su afección. En ese sentido, creo en un sistema penitenciario que rehabilita, que educa, que entrega las oportunidades de la cuales se ha carecido, que reinserta. No creo en un centro de castigo medieval que su único acierto es aumentar la “enfermedad” con la que carga un ser humano.
Así mismo, la principal medida para disminuir los “focos infecciosos” de la violencia, es garantizar el acceso universal a la educación. Incluso, más que como un derecho de los individuos, como una obligación del estado, que es el principal responsable de la integridad de todos sus habitantes. La evidencia lo demuestra…en los sectores que mayor acceso a educación ha habido, menos “delincuencia” registran las estadísticas.
Educación gratuita… ¡ahora!
Haciendo memoria de
los recuerdos más antiguos que rondan en mi mente, vuelvo a los días de mi
niñez. Definitivamente, no tengo el recuerdo de alguna vez en que mis padres no
me hayan inculcado “valores” (me permito usar este término tan ambiguo,
haciendo alusión a esas enseñanzas que me han otorgado la ambición de progresar
como individuo). Tales “valores” siempre fueron un incentivo en mi búsqueda de formación académica. Es decir, siempre conté con herramientas que fueron un aliciente para intentar forjarme tanto como un sujeto nutrido de conocimientos, como un sujeto respetuoso de mis semejantes. Aun así, nuestro excelentísimo sistema educacional se ha encargado de poner barrera tras barrera en mi búsqueda formativa. Como tantos otros estudiantes de este país, he tenido que adquirir una deuda académica astronómica, tal cual como si estuviera adquiriendo un vehículo bastante lujoso, u otro elemento que se adquiere por ambición.
Si yo, contando con tales “valores” (suponiendo que es así), siento un desincentivo con tales barreras, ¿qué se puede esperar de un sujeto que ha sido formado en carencia de estos valores? Pareciera ser que la única posibilidad es que, como dicen los legisladores de este país, los individuos deban ser iluminados por una especie de “epifanía celestial”, superar la violencia de su entorno y, además, “luchar” contra el “mercado” académico. Y, si, por algún motivo el sujeto sucumbe (lo que es más que comprensible), es criminalizado y juzgado por quienes fabrican estas barreras…como reza la cultura popular: “el mundo al revés”.
Señor legislador, créame, la única forma de disminuir ese flagelo que usted tanto criminaliza (y que tantas elecciones ha sido su “caballito de batalla”), no es construir más cárceles…la solución está en escuchar la consiga que la gente la ha gritado en todos los tonos posibles…ésa que usted ha relativizado hasta el cansancio…ésa que dice “educación gratuita y de calidad… ¡AHORA!”.
Francisco Olivares
Licenciatura en Ciencia de la Computación
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