miércoles, 7 de diciembre de 2016

El sentido de la existencia humana.

Por Débora Miranda Leiva.

Una persona mira el cielo por la noche y, sin saber por qué, siente tristeza o, quizás, nostalgia por algo. Creer que existe algo más allá de nosotros, de las estrellas, nos da la esperanza de que no estamos solos en el universo. Pero ¿por qué aparece este sentimiento de inquietud? ¿por qué necesitamos pensar en alguien externo a nosotros, pero que, a la vez, está más cerca que nunca de nuestra vida?

En un principio, el hombre buscó por muchas fuentes la razón de nuestra existencia, el origen del cosmos y sus múltiples misterios, y así surgieron las interrogantes del mundo, las cuales fueron contestadas a partir de respuestas mitológicas que envolvían sucesos divinos y sobrenaturales. Pero cuando estos sucesos no pudieron seguir respondiendo a las interrogantes de los hombres, comenzó el inicio de un nuevo pensar, donde la razón se convirtió en la base del conocimiento humano. Sin embargo, a pesar de que el hombre, como ente inteligente, había empezado a buscar respuestas de forma lógica, los problemas seguían surgiendo y la aplicación de respuestas místicas siguieron siendo usadas por muchos pensadores.

Así nació la filosofía, como un deseo de investigar más allá de lo dicho, de lo universalmente aceptado. Un deseo profundo de llegar a la verdad. Es el aceptar un cambio de ideas y visiones para abrir paso a otras nuevas y reflexionar sobre ellas.

Una de las formas de reflexionar sobre el conocimiento es el ensayo filosófico. La importancia de este tipo de ensayo, la cual lo diferencia de los demás, es proponer argumentos que sustenten la tesis planteada. Estos argumentos son mucho más elaborados que afirmar o citar el pensamiento de un filósofo o resumir lo que han dicho otros; tienen que reflejar una actitud crítica o reflexiva en cuanto al tema que se está estudiando. Su finalidad no es responder la tesis o la pregunta que se postula, sino, sacar conclusiones apropiadas de todo lo abarcado para poder llegar a un conocimiento cercano a la verdad.

En esta instancia se abarcará un tema que muchas personas se han preguntado a lo largo de la historia de la humanidad y en estos tiempos contemporáneos no es la excepción el preguntarse estas interrogantes. ¿Es posible tener una vida con sentido? Y si es así ¿cuál es el sentido de nuestra existencia? Para poder contextualizar estas preguntas, se tomará como referencia la novela “Pedro Páramo” del escritor mexicano Juan Rulfo, ya que este escrito muestra una forma de ver la vida muy diferente y, a la vez, cercana a la realidad; donde los arquetipos son una costumbre y creencia arraigadas a la vida de las personas y que, sin estos, la gente andaría perdida sin encontrarle rumbo a su existencia.

Uno de los temas que más se puede apreciar dentro de la historia de la novela de Rulfo es la creencia de sus personajes sobre la inmortalidad del alma. Estos creían que llevando una buena vida, sin pecado y llena de fe, se ganarían el cielo. Que siendo buenos tendrían salvación.

Así lo expresó el padre Rentería: “...He traicionado a aquellos que me quieren y que me han dado su fe y me buscan para que yo interceda por ellos para con Dios. Pero ¿qué han logrado con su fe? ¿La ganancia del cielo? ¿O la purificación de sus almas? Y para qué purifican su alma si en el último momento…” (pág. 25).

Todo el pueblo de Comala moría en pecado y por esa razón no podían alcanzar la salvación, por lo que se quedaban en la tierra, buscando personas que pudieran rezar por ellos para así alcanzar la gloria de Dios y salvarse de vivir un castigo eterno como pago de sus faltas.

Esta doctrina fue abalada por Platón muchos siglos atrás. Él estaba firmemente convencido de que “el alma sobrevive a su encarnación actual para ser debidamente recompensada o castigada” en el más allá según la vida que haya llevado la persona en la Tierra.

Las ánimas de los habitantes de Comala pudieron haber tenido una oportunidad para la salvación si alguien hubiera intercedido por ellas. El problema era que ya nadie rezaba por las almas en pena y la única persona que podía darles una penitencia por el perdón de sus pecados se convirtió en un ser corrupto que se vendió para conseguir favores. El padre Rentería.

A pesar de que la muerte es algo inevitable para nosotros, porque es el producto del pecado que heredamos de Adán y Eva, no podemos concebirla en su plenitud. El ser humano tiene arraigado en su corazón la esperanza de vivir por siempre, y aunque quiera morir, espera que en su próxima vida le vaya mejor y no sufrir tanto.

La inmortalidad del alma es una creencia que le da a la humanidad el consuelo de que después de la muerte podemos encontrar algo mejor y el perdón de nuestros pecados o el temor de vivir en una condena eterna. Pero ¿qué pasaría si en verdad no existe esa concepción de la siguiente vida más allá de la muerte? El hombre tiende a tomarle sentido a la vida cuando existe una segunda oportunidad, mas ¿si no existe aquella? ¿Qué ocurriría? Muchos dirían que, entonces, no vale la pena vivir, pero hay que recordar que:

 “Se nos oprime de toda manera, mas no se nos aprieta de tal modo que no podamos movernos; nos hallamos perplejos, pero no absolutamente sin salida” (2 Corintios 4:8, Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras).

Eso significa que hay otra esperanza de conseguir la salvación, hay otra forma de vivir para siempre sin el temor de ser atormentado de nuestros pecados. Pero ¿Cuál es esa esperanza?

Referencias:

- Revista SciELO. Pulgar, R. María Zambrano y el sentido religioso de la existencia. (2015). Recuperado de http://www.scielo.com
- Revista SciELO. Sánchez, A. El sentido de la vida. (2005). Recuperado de http://www.scielo.com
- Rulfo, J. (1955). Pedro Páramo. Editorial: Planeta.
- Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. Watchtower Bible Tract Society of New York, Inc. Brooklyn, New York, U.S.A.
- Wikipedia: la enciclopedia libre. Wikimedia Foundation, Inc.

No hay comentarios:

Publicar un comentario