Por
Juan A. González G.
Estudiante
de Ingeniería Matemática.
Desde la antigüedad
los pensadores se han hecho la pregunta de cómo adquirimos conocimiento acerca
de la realidad y si ese conocimiento es seguro y verdadero, de si existe una
realidad exterior única, objetiva e
independiente del observador, que es susceptible de ser descubierta, o si por
el contrario, la realidad es una “creación”
de quien la investiga. La corriente que
desde hace algún tiempo se ha comenzado a denominar constructivista radical se ha dedicado a estudiar el supuesto
“descubrimiento” de la realidad dando
énfasis a que las presuntas realidades ya establecidas de manera objetiva e
independiente al investigador (sean
científicas, sociales u otras) son abordadas a través de supuestos que se toman como aspectos “objetivos” de la realidad,
dados por del sentido común, sin
embargo estos supuestos pueden ser (y muchas veces lo son) consecuencias de la
forma de buscar la realidad.
Quiero dejar claro desde un principio que no pretendo
contestar una pregunta con este ensayo, solamente mostrar que el hacerse la pregunta
acerca de si existe la realidad
independiente del observador no es absurda ni trivial. Preguntarse si existe
una realidad objetiva e independiente que puede ser descubierta por el individuo, y por otra parte, si es posible que
la realidad sea creada por el
observador, a primera vista parece absurdo. Si la realidad es creada por el
observador ¿Cómo puede entonces ser la
realidad verdadera y única? Y en
contraposición ¿Cómo podríamos saber que lo que percibimos a través de nuestros
sentidos no es de verdad la realidad?
Podríamos razonar recursivamente y preguntarnos acerca de cómo es que entonces
seríamos capaces de poder estar seguros
de que sabemos lo que creemos saber en base a nuestra
experiencia sensorial y a nuestra capacidad de razonamiento, tomando en cuenta que
esta última está indefectiblemente ligada a nuestro dominio del lenguaje. Por una parte parece que esta pregunta
simplemente no se puede contestar desde la experiencia del individuo, y por otra
parte resulta para muchos “obvio” que la pregunta es intrascendente, dado que,
en nada afecta a nuestro diario vivir (sé que si toco el fuego me quemaré y no
necesito preguntarme si mi quemadura es real). Sin embrago varios experimentos hechos durante el
siglo XX refuerzan la posición del llamado constructivismo
radical (para quienes el saber está estrechamente ligado a quien lo busca
y, en último término es creado y no descubierto).
Últimamente se ha postulado la teoría (basada en antecedentes
históricos y estudios antropológicos) de que en varias civilizaciones de la
antigüedad el color azul no existía
(es decir, no era percibido por los
seres humanos). También está el ejemplo de relatos acerca de que, para los nativos
americanos los barcos de los conquistadores españoles resultaron invisibles al
momento de llegar a las costas mexicanas al no asemejarse a nada que estuvieran
acostumbrados a ver. Es también de conocimiento popular el término profecía auto cumplida, que hace alusión
a que el dar un hecho futuro por cierto influye en que este suceda. Daré tres
ejemplos concretos acerca de este punto:
En marzo de 1979 los periódicos de California comenzaron a
publicar noticias sensacionalistas acerca de una pronta reducción en el
suministro de gasolina. La noticia alarmó a los habitantes, que quisieron
llenar de combustible sus vehículos para hacer frente a la inminente
escasez. Esta repentina demanda de combustible
hizo que los proveedores se quedaran rápidamente sin abastecimiento debido al
súbito cambio de conducta en los consumidores, que en su mayoría
acostumbraban a llevar su auto con el estanque más vacío que lleno,
lo que a su vez condujo a la situación de escasez que se había anunciado. Al pasar el pánico inicial (que derivó en
largas colas y horas de espera para
poder llenar los estanques) se comprobó que el suministro de combustible de
California en realidad nunca sufrió disminución alguna.
Otro ejemplo de esto
es el experimento del psicólogo de la Universidad de Harvard Robert Rosenthal, en
el que, en cierta escuela primaria, que contaba con dieciocho maestros y más de
seiscientos cincuenta alumnos, antes de
comenzar el año escolar se les aplicó un test de coeficiente intelectual a los
estudiantes que ingresaron ese año. A los profesores se les dijo que, según los
resultados del test, un 20% de los estudiantes tendrían rápidos progresos y un
rendimiento por sobre el promedio, y antes de su primera clase con los alumnos nuevos
se les entregaron los nombres (que fueron elegidos completamente al azar) de
quienes supuestamente se esperaba este desempeño extraordinario. A fin de año
se les volvió a aplicar dicho test (esta vez de los resultados no se asignaron
al azar), y aquellos alumnos
supuestamente aventajados fueron quienes precisamente tuvieron los mejores
resultados, no sólo en los test de inteligencia, sino que también en los
informes de cuerpo docente que señalaban que estos alumnos también aventajaban
a sus pares en conducta, curiosidad intelectual, etc.
Esto no se circunscribe solamente al ámbito de los seres
humanos: un experimento realizado por el mismo Rosenthal, publicado en 1966, y
que en los años siguientes fue repetido por muchos investigadores confirmando los
resultados, trató de un grupo de doce participantes de una práctica de
psicología experimental a quienes se les dictó un curso sobre investigaciones
que demostraban (supuestamente) que mediante la cruza selectiva de ratas de
laboratorio podrían obtenerse crías que tendrían desempeños relativamente
buenos en pruebas, por ejemplo de experiencia de aprendizaje con laberintos.
Seis de los estudiantes recibieron un grupo de treinta ratas con antecedentes
genéticos que garantizaban (supuestamente) que serían animales inteligentes y
de buen desempeño, y los otros seis estudiantes recibieron treinta ratas de las
que se aseguraba lo contrario, es decir que por sus antecedentes genéticos no
se adecuarían a los experimentos. En
realidad se trataba de sesenta ratas en igualdad de condiciones. Los sesenta
animales fueron sometidos a las mismas pruebas de aprendizaje con laberintos,
las ratas de quienes sus instructores creían se trataba de animales
inteligentes se comportaron desde un principio mucho mejor que aquellas
supuestamente no inteligentes. Al concluir el experimento de cinco días,
aquellos estudiantes que creían haber trabajado con las ratas no inteligentes
emitieron informes negativos acerca de éstas, mientras que los que trabajaron
con los animales supuestamente inteligentes informaron que éstos no sólo
poseían inteligencia, si no también simpatía, sagacidad, etc. y declararon que
frecuentemente los habían tocado, acariciado y jugado con ellos. Podría uno
preguntarse acerca de si las ratas (como animales inteligentes que son) podrían
haber percibido las expectativas (positivas o negativas) de sus adiestradores y
que esto haya influido en su comportamiento, pero un experimento similar
informado en 1963 por el equipo de investigación de Cordaro e Isan hizo lo propio,
pero esta vez con lombrices, obteniendo resultados similares (en esta ocasión
no se les habló cruza, sino de alimentación supuestamente diferenciada), por lo
que podríamos descartar la influencia de los experimentadores en los animales y
confirmar que los resultados fueron influenciados por las
expectativas de quienes realizaron las pruebas.
Un ejemplo que no es precisamente una profecía auto cumplida,
pero que sí refuerza la posición constructivista
radical, es un experimento hecho
por David Rosenhan en el campo de la psiquiatría:
Se tomó a personas que no tenían historial psiquiátrico y se les ingresó en once
diferentes hospitales (y una clínica privada) de la especialidad fingiendo
haber tenido síntomas de alucinaciones auditivas. A los pseudopacientes se les
cambió sólo el nombre y la profesión (no los detalles acerca de su vida
familiar y social) y se les pidió que trataran de mostrar con su comportamiento
que en realidad estaban sanos. Desde el principio se les reconoció como
pacientes ejemplares en cuanto a conducta y cooperación, sin embargo el
experimento dio como resultado que ninguno de los pseudopacientes fue
reconocido como una persona sana. Por el contrario, a todos se les dio
el alta con diagnóstico de esquizofrenia
en remisión, excepto a uno (el que se internó en la clínica) a quien se le
diagnosticó psicosis maníaco depresiva en
remisión. Este experimento pone
en duda el diagnóstico psiquiátrico, no en el sentido de que ciertas formas de
conducta se apartan de la norma (como por ejemplo las alucinaciones o la
violencia), sino en la dificultad del profesional para diferenciar al individuo
“sano” del “enfermo”, y de estar enfermo diagnosticar en qué grado se lo está.
Pero la pregunta acerca de si nuestros conocimientos son
descubrimiento de la realidad o creación del observador no solo atañe a la filosofía,
la psicología, las ciencias sociales o a las relaciones humanas. También la
física y la matemática han estado afectadas por esto a lo largo de su historia.
La abstracción y la
analogía han sido desde un principio
las herramientas por excelencia de las ciencias, y la idealización de situaciones ha contribuido a poder conquistar
muchos de los problemas de las ciencias naturales (es así que hablamos de gases “ideales”, poleas
“sin roce”, cuerdas “sin masa”, etc.).
Al idealizar una situación se puede resolver el problema poniendo
atención sólo a las características relevantes para el problema en cuestión. Y
luego de obtener la solución al problema idealizado se lo empieza a complejizar
más para ir dándole más realismo. Pero, esta idealización parte desde la percepción
que tiene del mundo el investigador, y no de la realidad física del mundo.
El problema de la percepción de la realidad en física está
ligado a la experimentación:
Si una teoría da resultados experimentales correctos se le acepta como verdadera o como una ley de
la naturaleza, de esta manera, nuestra percepción de lo que es real se
suscribe a lo que podamos experimentar (o por lo menos imaginar que podríamos
llegar a experimentar). Es sabido que la
mecánica de Newton (usada hoy en día
en innumerables aplicaciones, y ampliamente aceptada como verdadera durante siglos) entra en contradicciones con la teoría electromagnética de Maxwell (precisamente
de esa contradicción nace el germen que culminaría en la teoría especial de la relatividad de Einstein), los experimentos
muestran que para velocidades suficientemente altas la teoría de Newton ya no es válida. Otro ejemplo es que en la mecánica clásica
existe una fuerza que atrae a las masas: la gravedad,
en cambio para la teoría general de la
relatividad de Einstein no existe dicha fuerza: la presencia de masas curva el espacio tiempo lo que hace que los cuerpos tomen tal o cual
trayectoria, que antes era explicada mediante una fuerza. Podríamos pensar entonces que la teoría de
Newton era sólo una aproximación de la
realidad, y por lo tanto nada impide pensar que la de Einstein también lo
es. De hecho, un problema abierto en física teórica es poder juntar las dos teorías
más exitosas del último tiempo: la mecánica
cuántica y la relatividad general
(que explica la “gravedad”), para así explicar en una sola teoría libre de
contradicciones las cuatro fuerzas fundamentales del universo (interacción
fuerte en el núcleo atómico, interacción débil entre partículas,
electromagnetismo y gravedad). Volviendo
a la mecánica cuántica, ésta predice que
lo observado es alterado por el observador por el hecho de medir, y da una
descripción probabilista del universo
en la que la “causa” y el “efecto” intercambian papeles. Esto se ha comprobado
es distintos experimentos siendo el más célebre el de la doble rendija, lo que
podría reafirmar la idea de que la realidad es construida por quien la observa. Pero no se
puede ser categórico, dado que, tanto esta teoría, como los experimentos que la
respaldan nuevamente parten de la imagen de la realidad que tienen los
científicos que la desarrollan.
En
matemática la historia no es muy distinta, luego de la famosa crisis de la intuición matemática del último
tercio del siglo XIX (descrita en mi ensayo “¿Es realmente importante la
pregunta acerca de los fundamentos de la matemática?”) se aunaron grades
esfuerzos por establecer la corrección de la matemática, sin embargo, al poco
andar se descubrió la célebre Paradoja de
Russell acerca del conjunto formado por “todos los conjuntos que no
pertenecen a sí mismos”. La solución dada por los matemáticos fue simplemente
no permitir que existan proposiciones que hablen acerca de sí mismas (tales
como “esta frase es falsa” la que obviamente es verdadera si y sólo si es
falsa), restringiendo así el dominio del discurso matemático con tal de
salvaguardar la corrección de su estructura.
Para
los matemáticos constructivistas (que
actualmente no son tomados muy en serio, por no decir ignorados, por la
comunidad matemática) hay reparos en cuanto al camino que tomó la investigación
matemática pura en el “paraíso intelectual” según describió Hilbert a la
herencia dejada por Cantor. Los constructivistas
critican el usar el principio del
tercero excluido (que asevera que toda proposición es, o bien verdadera, o
bien falsa) en situaciones en las que no se conoce un método efectivo para
decidir una de las dos opciones. También se critica el uso del Axioma de selección, según el cual es
posible elegir un elemento de cada conjunto de una familia de conjuntos dada,
en el caso de que esta familia sea infinita. El tercer reparo y quizás el más
controversial versa sobre como los matemáticos actuales “creen” que una
construcción matemática es “verdadera” solo por el hecho de ser consistente, es
decir, por no existir la posibilidad de que lleve a contradicciones.
Podría el científico objetar con mucha razón que la ciencia
no tiene por qué explicar lo que realmente
es el mundo físico, solamente tratar de entender cómo funciona, y que en
último término el saber cómo funciona nuestra
imagen del mundo físico nos basta para desarrollar a la civilización. A
esto podríamos rebatir, no con menos razón, que precisamente la investigación
científica irá hacia dónde la mirada de los investigadores la lleven, exista una
realidad independiente del observador o no.
.
Bibliografía
- Watzlawic, P. y otros (1994). La realidad inventada ¿Cómo sabemos lo que
creemos saber? 3a edición. Barcelona. Gedisa.
- Torretti,
R. (1998). El paraíso de Cantor. 1ª edición. Santiago.
Universitaria.
- BBC Mundo. British Broadcasting Corporation. Recuperado
10 de diciembre 2016. http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160217_griegos_color_azul_finde_dv
- Wikipedia,
la enciclopedia libre. Wikimedia foundation, Inc. Recuperado 10 de
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