lunes, 26 de junio de 2017

Difusión del conocimiento como forma de destrucción de éste.



Por Javier Arancibia.
     Ingeniería en matemáticas.       
Universidad de Santiago de Chile.


“Y cuando digo “ayudar a obtener ese conocimiento”, no me refiero a darle a todas las personas una computadora y decir: “¡Ahí está la ayuda!”. ¿Por dónde empezaríamos? No, me refiero a intentar encontrar formas de traducir el conocimiento, de enseñarnos a formular las preguntas correctas. Verás, estamos en el marco de una revolución de la tecnología de las comunicaciones que hará esto más posible que nunca. O, en caso de que no se logre, causará una explosión de conocimiento que dejará a aquellas personas que no tienen acceso tan indefensas como si fueran sordas, mudas y ciegas. Y yo no creo que la mayoría quiera eso. ¿Entonces qué hacemos al respecto?”. Con estas palabras finaliza James Burke (1978) la serie de divulgación científica Connections a finales de los setenta. Hoy, a poco menos de cuarenta años de esas palabras, cobran un mensaje casi predictivo. Desde esa fecha hasta, quizás unos diez años atrás, las personas recurrían a las bibliotecas cercanas para tener acceso a material de estudio y demás. Actualmente basta con un computador, internet, un par de clicks y ya tenemos acceso a una base de datos que posee toda la información que queramos, desde video-tutoriales de cocina hasta libros de estudios especializados. Pero como todas las cosas, existe un lado oscuro que puede hacer que esta información no sea tan plausible como parece.

La difusión del conocimiento actualmente es algo realmente increíble, todas las personas a lo largo del globo tienen un acceso ilimitado, pero esta difusión también ha hecho que el conocimiento se corrompa de una manera que está yendo más allá de lo que se espera en un mundo de tecnología y ciencia. Si hay algo que la internet no puede hacer, es enseñar a aprender. Esa habilidad está presente en cada uno y una, pero no es trivial desarrollarla. De aquí surge el problema principal de esta difusión. Hay tanta información que se formó un fenómeno fascinante, una completa degeneración de conocimiento, lo que, en una de sus variantes, se conoce como las famosas Conspiraciones.
Se ha vuelto un tema recurrente en los sitios populares como YouTube dudar de la ciencia porque un Nuevo Orden Mundial nos intenta lavar el cerebro. Hay un grupo considerable de gente que se ha cuestionado temas que a estas alturas son incuestionables (y con muy justa razón). La tierra es plana, por ejemplo. Eratóstenes hace más de dos mil años demostró con un experimento simple, que incluyen dos palos, la distancia de Alejandría a Siena, y su imaginación y conocimientos de geometría, que la tierra era redonda. “Desde jeques árabes hasta políticos y grandes deportistas parecen haber sufrido un daño cognitivo importante, o bien son presas de la fiebre de las conspiraciones, que es una de las epidemias más terribles que azotan a nuestro planeta” dice Pierre Romagnoli (2017), en su artículo Eratóstenes: La historia del genio matemático que ayudó a desentrañar los secretos de la tierra sobre la tierra plana de nuestros días. Y eso es sólo la punta del iceberg, hay una investigación bastante grande sobre temas de esa índole; “La tierra está en un domo”, “La Luna y el Sol están dentro de la atmósfera” y demás.

Esto debería dar a pensar. René Descartes en El Discurso del Método (1637), en uno de sus muchos postulados menciona la habilidad de “Dudar” como una generadora esencial de conocimiento nuevo, pues permite aprender de una manera autónoma, y no es un proceso que se lleve a cabo una vez, sino repetidas para que el conocimiento sea óptimo, ya que, como dice en su libro; “(…); mas, como entonces quería solamente buscar la verdad, pensé que era necesario hacer todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera hallar la menor duda, para ver si, después de esto, quedaba en mis creencias algo que fuera enteramente indudable”(p.55). En las ciencias, y específicamente las ciencias física y matemáticas, para cada ecuación establecida la acompaña una demostración que demuestra, valga la redundancia, el teorema o ley, y explica por qué éste es cierto para todas las cosas. Es natural que, si yo quisiera dudar de un teorema, necesito un contra-ejemplo comprobable que diga lo contrario.

Al parecer, actualmente se hace una suerte de intento de esta filosofía, ya que se duda de la ciencia casi como un axioma, más que como la acción de dudar en sí, y es preocupante, porque dudar va de la mano con un contra-argumento demostrable. Y una cosa más cuestionable es que se venden estas ideas como una verdad irrefutable por algunas pruebas empíricas realizadas por algunas personas, y la ya clásica frase “los científicos dicen que…”, cosa que no es el punto de la ciencia como estudio, ya que está abierta a nuevas soluciones, teorías y trabajos, por lo que cometer una falacia de autoridad al citar personas de ciencia como argumentos irrefutables es un error muy grande. La ciencia no lo sabe todo, ni todo lo que sabe es siempre perfecto, la naturaleza, y en ella las personas, tienen imperfecciones, por lo que es esperable que nuestra ciencia no sea del todo perfecta.
Es en este punto es donde las palabras de James Burke cobran sentido. Hay tanto conocimiento dando vueltas, tantos libros, tanta información que se está llegando a ese punto de quiebre donde todo será cuestionable, pero no de la razón que Descartes hablaba. La información se manipula, se degenera tanto que es entendible que las masas duden incluso sobre la forma de la tierra. Se sabe que en muchas partes del mundo los medios manipulan información a su antojo, y lo mismo está pasando con la ciencia. Hay una habladuría increíblemente masiva en la red sobre tópicos que, si bien está correcto dudarlos como medio para aprender, se tratan como verdades irrefutables, como una prueba de que la gente de ciencia simplemente desmiente esos temas porque están siendo manipulados por los medios. Este es el problema más grande de la globalización, creo yo, porque los temas pueden ser “desmentidos” de una manera que convence a la masa extraordinariamente fácil, sin invitar a decir “¿Será esto realmente cierto?” y donde un youtuber sin credenciales de estudio tiene el mismo peso que alguien que sí estudió dicha ciencia. Es innegable el derecho de la gente sobre las cosas que cree, pero que éstas creencias sean una verdad absoluta es otro cuento. ¿Qué pasará cuando un porcentaje de gente considerable empiece a creer ciegamente en las cosas? ¿Qué pasará cuando la ignorancia sea la verdad irrefutable? No lo sé, pero lo que sí sé es que todavía hay una oportunidad de evitar que esto pase, y es enseñando a enseñar, como dijo Burke, enseñar a formular las preguntas correctas, ahí es donde hay que empezar.

Referencias:

Burke, J. (1978) Connections. Inglaterra: BBC.
Romagnoli, P. (2017) Eratóstenes: La historia del genio matemático que ayudó a desentrañar los secretos de la tierra. Santiago, Chile: Recuperado de https://www.guioteca.com/matematicas/eratostenes-la-historia-del-genio-matematico-que-ayudo-a-desentranar-los-secretos-de-la-tierra/

Descartes, R. (1637) Discurso del Método. Leiden, Holanda: Mestas Ediciones.

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