Por
Javier Arancibia.
Ingeniería
en matemáticas.
Universidad de Santiago de Chile.
Por
Javier Arancibia.
Ingeniería
en matemáticas.
Universidad de Santiago de Chile.
“Y cuando digo “ayudar a
obtener ese conocimiento”, no me refiero a darle a todas las personas una
computadora y decir: “¡Ahí está la ayuda!”. ¿Por dónde empezaríamos? No, me
refiero a intentar encontrar formas de traducir el conocimiento, de enseñarnos
a formular las preguntas correctas. Verás, estamos en el marco de una
revolución de la tecnología de las comunicaciones que hará esto más posible que
nunca. O, en caso de que no se logre, causará una explosión de conocimiento que
dejará a aquellas personas que no tienen acceso tan indefensas como si fueran
sordas, mudas y ciegas. Y yo no creo que la mayoría quiera eso. ¿Entonces qué
hacemos al respecto?”. Con
estas palabras finaliza James Burke (1978) la serie de divulgación científica Connections
a finales de los setenta. Hoy, a poco menos de cuarenta años de esas palabras,
cobran un mensaje casi predictivo. Desde esa fecha hasta, quizás unos diez años
atrás, las personas recurrían a las bibliotecas cercanas para tener acceso a
material de estudio y demás. Actualmente basta con un computador, internet, un
par de clicks y ya tenemos acceso a
una base de datos que posee toda la información que queramos, desde video-tutoriales
de cocina hasta libros de estudios especializados. Pero como todas las cosas,
existe un lado oscuro que puede hacer que esta información no sea tan plausible
como parece.
La difusión del
conocimiento actualmente es algo realmente increíble, todas las personas a lo
largo del globo tienen un acceso ilimitado, pero esta difusión también ha hecho
que el conocimiento se corrompa de una manera que está yendo más allá de lo que
se espera en un mundo de tecnología y ciencia. Si hay algo que la internet no
puede hacer, es enseñar a aprender. Esa habilidad está presente en cada uno y
una, pero no es trivial desarrollarla. De aquí surge el
problema principal de esta difusión. Hay tanta información que se formó un
fenómeno fascinante, una completa degeneración de conocimiento,
lo que, en una de sus variantes, se conoce como las famosas Conspiraciones.
Se ha vuelto un tema
recurrente en los sitios populares como YouTube dudar de la ciencia
porque un Nuevo Orden Mundial nos
intenta lavar el cerebro. Hay un grupo considerable de gente que se ha cuestionado
temas que a estas alturas son incuestionables (y con muy justa razón). La
tierra es plana, por ejemplo. Eratóstenes hace más de dos mil años demostró con
un experimento simple, que incluyen dos palos, la distancia de Alejandría a
Siena, y su imaginación y conocimientos de geometría, que la tierra era
redonda. “Desde jeques árabes hasta políticos y grandes deportistas parecen
haber sufrido un daño cognitivo importante, o bien son presas de la fiebre de
las conspiraciones, que es una de las epidemias más terribles que azotan a
nuestro planeta” dice Pierre
Romagnoli (2017), en su artículo Eratóstenes: La
historia del genio matemático que ayudó a desentrañar los secretos de la tierra
sobre la tierra plana de nuestros días. Y eso es sólo la punta del iceberg,
hay una investigación bastante grande sobre temas de esa índole; “La tierra
está en un domo”, “La Luna y el Sol están dentro de la atmósfera” y demás.
Esto debería dar a
pensar. René Descartes en El
Discurso del Método (1637), en uno de sus muchos postulados menciona la habilidad
de “Dudar” como una generadora esencial de conocimiento nuevo, pues permite
aprender de una manera autónoma, y no es un proceso que se lleve a cabo una
vez, sino repetidas para que el conocimiento sea óptimo, ya que, como dice en
su libro; “(…); mas, como entonces quería solamente buscar la verdad, pensé que
era necesario hacer todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo
aquello en que pudiera hallar la menor duda, para ver si, después de esto,
quedaba en mis creencias algo que fuera enteramente indudable”(p.55). En las ciencias, y específicamente
las ciencias física y matemáticas, para cada ecuación establecida la acompaña
una demostración que demuestra, valga la redundancia, el teorema o ley, y
explica por qué éste es cierto para todas
las cosas. Es natural que, si yo quisiera dudar de un teorema, necesito un
contra-ejemplo comprobable que diga lo contrario.
Al parecer, actualmente
se hace una suerte de intento de esta filosofía, ya que se duda de la ciencia
casi como un axioma, más que como la acción de dudar en sí, y es preocupante,
porque dudar va de la mano con un contra-argumento demostrable. Y una cosa más
cuestionable es que se venden estas ideas como una verdad irrefutable por
algunas pruebas empíricas realizadas por algunas personas, y la ya clásica
frase “los científicos dicen que…”, cosa que no es el punto de la ciencia como
estudio, ya que está abierta a nuevas soluciones, teorías y trabajos, por lo
que cometer una falacia de autoridad al citar personas de ciencia como
argumentos irrefutables es un error muy grande. La ciencia no lo sabe todo, ni
todo lo que sabe es siempre perfecto, la naturaleza, y en ella las personas,
tienen imperfecciones, por lo que es esperable que nuestra ciencia no sea del
todo perfecta.
Es en este punto es donde
las palabras de James Burke cobran sentido. Hay tanto conocimiento dando
vueltas, tantos libros, tanta información que se está llegando a ese punto de
quiebre donde todo será cuestionable, pero no de la razón que Descartes
hablaba. La información se manipula, se degenera
tanto que es entendible que las masas duden incluso sobre la forma de la
tierra. Se sabe que en muchas partes del mundo los medios manipulan información
a su antojo, y lo mismo está pasando con la ciencia. Hay una habladuría
increíblemente masiva en la red sobre tópicos que, si bien está correcto
dudarlos como medio para aprender, se tratan como verdades irrefutables, como
una prueba de que la gente de ciencia simplemente desmiente esos temas porque
están siendo manipulados por los medios. Este es el problema más grande de la
globalización, creo yo, porque los temas pueden ser “desmentidos” de una manera
que convence a la masa extraordinariamente fácil, sin invitar a decir “¿Será esto realmente cierto?” y donde un
youtuber sin credenciales de estudio
tiene el mismo peso que alguien que sí estudió dicha ciencia. Es innegable el
derecho de la gente sobre las cosas que cree, pero que éstas creencias sean una
verdad absoluta es otro cuento. ¿Qué pasará cuando un porcentaje de gente
considerable empiece a creer ciegamente en las cosas? ¿Qué pasará cuando la
ignorancia sea la verdad irrefutable? No lo sé, pero lo que sí sé es que
todavía hay una oportunidad de evitar que esto pase, y es enseñando a enseñar,
como dijo Burke, enseñar a formular las preguntas correctas, ahí es donde hay
que empezar.
Referencias:
Burke, J. (1978) Connections. Inglaterra: BBC.
Romagnoli, P. (2017) Eratóstenes: La historia del genio
matemático que ayudó a desentrañar los secretos
de la tierra. Santiago, Chile: Recuperado de https://www.guioteca.com/matematicas/eratostenes-la-historia-del-genio-matematico-que-ayudo-a-desentranar-los-secretos-de-la-tierra/
Descartes, R. (1637) Discurso del Método. Leiden, Holanda:
Mestas Ediciones.
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