martes, 27 de junio de 2017

Baes y su poca regulación

Sofia Roca Contreras
Ingeniería matemática
Universidad de Santiago de Chile


La beca de alimentación para la educación superior (conocida como “Baes” o “Beca Junaeb”) es un subsidio estatal otorgado a cierta cantidad de alumnos pertenecientes al I, II y III quintil de las instituciones universitarias a lo largo de Chile. Consiste en una tarjeta que se carga mensualmente con un monto de $32.000.  Esta beca tiene ciertas restricciones, tales como la compra de bebidas alcohólicas, cigarros, fármacos, es decir, todo lo que no pertenezca a la categoría de alimento, además de bebidas gaseosas o frituras en bolsas (papas fritas, ramitas, mani salado, cheetos, etc).  La tarjeta puede ser utilizada en ciertos recintos que cuenten con una máquina para su uso, es su mayoría son locales de comida rápida y negocios dentro de los establecimientos educacionales, en aquellos que cuenten con la venta de almuerzos, se pide que posean un menú Junaeb con un costo de aproximadamente $1.300, lo cual no todos cumplen, ya que hay locales que ofrecen almuerzos de hasta $2.000. También se puede usar la Baes en los supermercados Santa Isabel y Unimarc (los cuales se posicionan entre los más caros de Chile).

No es una falsedad que quienes tenemos la tarjeta encontramos la forma de evadir estas limitaciones, por ejemplo, yo perfectamente me puedo dirigir a un local de la universidad y comprar un par de snacks “prohibidos” ya que en la boleta no queda registrado lo que adquirí o ir al mall y pedir un max combo que incluye bebida gaseosa, papas fritas y una hamburguesa grasosa. Debido a esto último se ha aprobado un proyecto que busca que desde el año 2018 los estudiantes solo adquieran productos que tengan menos de dos sellos “altos en” y que en las cadenas de comida solo se permita la compra (con la tarjeta) de “menus saludables” aprobados por Junaeb.

Mi duda, con lo que respecta al uso de la tarjeta es si ¿saben las personas que controlan esto, lo difícil que es encontrar un lugar en el cual vendan comida bien hecha, que no sea arroz, tallarines o puré y que cueste $1.300?, ¿saben ellos que a veces queda poco tiempo para almorzar ya que desperdiciaste media hora buscando y que lo más accesible llega a ser un completo o una hamburguesa?, ¿saben que casi no existen puntos en los cuales vendan comida saludable a un módico precio? Pues, la respuesta claramente es no. No existe una regulación respecto a lo que adquirimos, quieren una vida sana para nosotros, pero puedo comprar un completo por partes en un supermercado y armarlo en mi casa, esta y muchas más, son las formas de evadir las prohibiciones.

No digo que la comida chatarra es la mejor elección, es que estoy en un evidente desacuerdo con la medida si mi día a día es un desafío constante encontrar alimentos que me abran el apetito, que la búsqueda sea un total fracaso y termine comprando un paquete de papas fritas para sobrevivir el resto de la jornada.

Si no se hace un cambio, si no existe una normativa en lo que se venda, si no existe una mayor variedad, no vamos a querer adquirir productos sanos o acatar las órdenes dadas. Si bien, existen lugares (una mínima cantidad, por cierto) dentro de la universidad que ofrecen un menú “hipocalórico” o “vegetariano”, este llega a bordea los $2.000; si se compra eso todos los días, la tarjeta se acaba, por lo que la opción que se tiene es bajar el precio, aumentar el saldo o seguir permitiendo la venta de comida poco saludable (lo cual no es la mejor opción claramente).

Finalmente y a modo de conclusión, espero que la nueva medida venga acompañada de una mayor gama de supermercados adheridos, que los almuerzos no sean los mismos de siempre y que los locales sigan las normas impuestas por la organización Junaeb tanto en su elaboración como en su costo.

Bibliografia.

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