Sofia
Roca Contreras
Ingeniería matemática
Universidad de Santiago de Chile
Ingeniería matemática
Universidad de Santiago de Chile
La
beca de alimentación para la educación superior (conocida como “Baes” o “Beca Junaeb”)
es un subsidio estatal otorgado a cierta cantidad de alumnos pertenecientes al
I, II y III quintil de las instituciones universitarias a lo largo de Chile. Consiste
en una tarjeta que se carga mensualmente con un monto de $32.000. Esta beca tiene ciertas restricciones, tales como
la compra de bebidas alcohólicas, cigarros, fármacos, es decir, todo lo que no
pertenezca a la categoría de alimento, además de bebidas gaseosas o frituras en
bolsas (papas fritas, ramitas, mani salado, cheetos, etc). La tarjeta puede ser utilizada en ciertos
recintos que cuenten con una máquina para su uso, es su mayoría son locales de
comida rápida y negocios dentro de los establecimientos educacionales, en
aquellos que cuenten con la venta de almuerzos, se pide que posean un menú
Junaeb con un costo de aproximadamente $1.300, lo cual no todos cumplen, ya que
hay locales que ofrecen almuerzos de hasta $2.000. También se puede usar la
Baes en los supermercados Santa Isabel y Unimarc (los cuales se posicionan
entre los más caros de Chile).
No
es una falsedad que quienes tenemos la tarjeta encontramos la forma de evadir
estas limitaciones, por ejemplo, yo perfectamente me puedo dirigir a un local
de la universidad y comprar un par de snacks “prohibidos” ya que en la boleta no
queda registrado lo que adquirí o ir al mall y pedir un max combo que incluye
bebida gaseosa, papas fritas y una hamburguesa grasosa. Debido a esto último se
ha aprobado un proyecto que busca que desde el año 2018 los estudiantes solo
adquieran productos que tengan menos de dos sellos “altos en” y que en las
cadenas de comida solo se permita la compra (con la tarjeta) de “menus
saludables” aprobados por Junaeb.
Mi
duda, con lo que respecta al uso de la tarjeta es si ¿saben las personas que
controlan esto, lo difícil que es encontrar un lugar en el cual vendan comida
bien hecha, que no sea arroz, tallarines o puré y que cueste $1.300?, ¿saben ellos
que a veces queda poco tiempo para almorzar ya que desperdiciaste media hora
buscando y que lo más accesible llega a ser un completo o una hamburguesa?,
¿saben que casi no existen puntos en los cuales vendan comida saludable a un
módico precio? Pues, la respuesta claramente es no. No existe una regulación
respecto a lo que adquirimos, quieren una vida sana para nosotros, pero puedo
comprar un completo por partes en un supermercado y armarlo en mi casa, esta y
muchas más, son las formas de evadir las prohibiciones.
No
digo que la comida chatarra es la mejor elección, es que estoy en un evidente
desacuerdo con la medida si mi día a día es un desafío constante encontrar alimentos
que me abran el apetito, que la búsqueda sea un total fracaso y termine
comprando un paquete de papas fritas para sobrevivir el resto de la jornada.
Si
no se hace un cambio, si no existe una normativa en lo que se venda, si no
existe una mayor variedad, no vamos a querer adquirir productos sanos o acatar
las órdenes dadas. Si bien, existen lugares (una mínima
cantidad, por cierto) dentro de la universidad que ofrecen un menú
“hipocalórico” o “vegetariano”, este llega a bordea los $2.000; si se compra eso
todos los días, la tarjeta se acaba, por lo que la opción que se tiene es bajar
el precio, aumentar el saldo o seguir permitiendo la venta de comida poco
saludable (lo cual no es la mejor opción claramente).
Finalmente
y a modo de conclusión, espero que la nueva medida venga acompañada de una
mayor gama de supermercados adheridos, que los almuerzos no sean los mismos de
siempre y que los locales sigan las normas impuestas por la organización Junaeb
tanto en su elaboración como en su costo.
Bibliografia.
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