Una
sociedad en busca de lo eternamente hermoso, lo eternamente verdadero y lo
eternamente bueno.
-Leopoldo Miqueles Carrasco.
Dada la cosmovisión de cada persona, a lo largo de los años
vamos adquiriendo
costumbres y ritos que nos marcan no tan sólo como sociedad
sino que como individuos.
Natural es que, como seres pensantes nos aferremos a
verdades, o algunos hechos que representen una continuidad en el tiempo, sin
embargo, ¿Existen tales hechos?
¿Podemos creer que algo es eternamente hermoso, verdadero o
bueno?
En lo que a nosotros respecta, podemos encontrar factores
inalterables por un lado, los cuales perduran y no son cuestionables, como lo
admitiría Sócrates en la antigua Grecia en su estudio de lo eterno. Un ejemplo
de éstos factores inalterables es la razón, la cual según él mismo, es única y una característica
de nosotros los humanos, que nos define y nos separa de la vana existencia en
relación a otras especies.
Sin embargo, de la misma escuela de Sócrates (en realidad, su
mayor discípulo) Platón se interesa más en el estudio de lo que fluye, lo
indudablemente cambiante. Y es aquí donde mi atención se centra, ya que en
vista de la situación actual, vemos como todo acto humano tiene por
consiguiente una razón de carácter moral, lo cual resta importancia a lo eterno
en cuanto a lo natural de nuestro actuar.
Empíricamente, hoy en día para mi está claro que nada es
inmutable, pues por largos años la ciencia ha evolucionado, derribando mitos
propios y diferenciando conceptos que antes se creían imposibles o hasta
prohibidos, tal como el caso
de Nicolás Copérnico, quien
fue perseguido y condenado por afirmar una nueva teoría relacionada al movimiento de la
tierra respecto al sol. Y es que en efecto, la norma social o la comunidad
conservadora tienden a llevarnos a creer que hay acciones que representan
bondad o maldad en su concepto, lo que sugestiona y modifica de alguna manera
nuestro concepto de moral y de lo que es correcto o no.
Incorrecto me resulta también conceder el rango de
inalterable al concepto de belleza, ya que si bien, en la antigua Grecia se
tenía un concepto definido de ésta, mientras transcurren las épocas nos damos
cuenta que la belleza es absolutamente subjetiva, y que no sólo depende del
individuo sino que en su mayoría del entorno.
Últimamente, y relacionado también con la moral que implica
el catalogar algo como inalterable, está la eterna justicia, que para el mismo
Sócrates se define como la preservación del bien común. Al estar el término
“bien” relacionado, volvemos a la esencia del concepto de una bondad absoluta,
la cual según él mismo debía ser promovida por el estado, como ente de
seguridad para el pueblo, sin embargo en la realidad actual sabemos que el
Estado no siempre es capaz de generar medidas de protección, y en algunos casos
es incluso responsable por la vulneración de algunos de los derechos asociados
a la vida en sociedad, por lo que podríamos inmediatamente descartar una idea
de “justicia eterna”.
Al cuestionar lo eterno respecto a ámbitos sociales, no
solamente estamos planteando una perspectiva distinta a la que se nos ha sido
inculcada, sino que además hacemos un llamado a cuestionar lo establecido, pues
estos factores no han sido más que el producto de una evolución de las
civilizaciones, sin embargo, nadie afirma que esta “evolución” es realmente positiva, o en otros términos
buena o justa, ya que muchos ámbitos de la vida social de hoy en día muestran
la peor cara de nuestra autodenominada raza superior, lo que nos dice que, las
bases en las cuales sentamos nuestros comportamientos o elecciones, podrían ser
falsas o discontinuas a lo largo del tiempo, y nos hace pensar si en realidad
el conocimiento que hoy en dia consideramos cierto o indiscutible, lo será
dentro de 500, 100 o 20 años en adelante. Somos sólo contribuyentes a la
búsqueda de una verdad absoluta, sin
embargo nuestra existencia termina solamente aportando a conocimientos de los
cuales nunca tendremos certeza.
Bibliografía:
-
El mundo de Sofía (1991), Jostein Gaarder.
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