viernes, 24 de noviembre de 2017

Cómo incentivar la lectura infantil


Denisse Jeldres Ovalle  
Ingeniería Matemática 
Universidad de Santiago de Chile 


La lectura es una habilidad que se desarrolla en la primera etapa del ser humano, la infancia y sirve como herramienta principal para construir conocimiento por el resto de la vida.   
La vida del ser humano es como un rombo, hablando físicamente, al nacer somos débiles, en la mitad de nuestras vidas somos fuertes y capaces de hacer lo que queramos, pero al llegar a la vejez nos volvemos cada vez más débiles llegando incluso a depender de otra persona para sobrevivir. Mirándolo desde el punto de la capacidad de aprendizaje que tiene nuestro cerebro, nuestra vida es como un triángulo. El aprendizaje se ha relacionado con las conexiones sinápticas entre neuronas y debemos tener en cuenta que al nacer el ser humando trae cien mil millones de neuronas, durante los primeros años de vida se da un crecimiento de axones y dendritas y se van produciendo las sinapsis, sobre todo en la corteza cerebral; al llegar a los dos años se pueden formar hasta quince mil nuevas conexiones neuronales, llegando incluso a las cien billones de sinapsis. Si multiplicamos esos cien mil millones de neuronas por las quince mil conexiones entre ellas, obtendremos un número enorme; mediante esto nos damos cuenta de que la capacidad de aprendizaje de un recién nacido, de un niño, es gigante, le faltan horas al día para seguir aprendiendo, somos capaces de aprender todo sin hacer preguntas; por ejemplo, un niño no pregunta si caminar es fácil o difícil, él simplemente lo hace y lo aprende. En el transcurso de la niñez, se multiplican las sinapsis del cerebro, se conectan nuevamente y se cortan y todo este proceso está gobernado por la experiencia.  Es un descubrimiento constante, todos los días aprenden cosas nuevas. Por eso son de suma importancia los primeros años de vida del ser humano, debido a que en ellos es donde se encontrará la base de su vida, allí es donde se almacenará la mayor cantidad de información que será de utilidad para después.  
El ser humano desde que nace tiene un objetivo, ser feliz. Si algo le produce un estímulo positivo lo volverá a hacer y así hasta que se vuelva un hábito; pero si le produce un estímulo negativo no lo hará una segunda vez; por otra parte, tenemos cosas que no nos producen un estímulo positivo ni negativo y lo que se hace en esos casos es realizar una cantidad necesaria de repeticiones para que se vuelva un hábito. Por lo tanto, mientras exista un estímulo positivo es mucho más rápido y efectivo el aprendizaje. El tipo de experiencias que tenga el niño, ya sean buenas o malas, son las que determinará su actitud hacia el aprendizaje. Por eso es importante que el niño crezca en un ambiente grato, donde se pueda desenvolver con facilidad y con confianza, si esto no ocurre el niño puede incluso padecer de un estrés prematuro afectándolo negativa y permanentemente en la función cerebral, en el aprendizaje y en la memoria. Así pues, por una parte, una experiencia variada puede producir un cerebro potente y, por otra, una experiencia traumática puede aumentar el riesgo de que más adelante surjan distintos problemas cognitivos, de comportamiento y emocionales. 
Uno de los pilares fundamentales del aprendizaje es la curiosidad, y es una particularidad que tienen los bebés y niños. Si ellos no sacian esa sed de conocimiento, o no como ellos lo quieren, o no de una buena manera, ésta disminuirá considerablemente. Por ejemplo, cuando un niño quiere jugar a la pelota, le pide al padre que lo haga con él si se niega, el pequeño jugará solo o simplemente no jugará a la pelota buscando inmediatamente otra opción. Un ambiente propicio al descubrimiento mejora de manera natural el proceso de aprendizaje.  
Los niños tienen el deseo de aprender, de experimentar y lo harán independiente de sus padres o adultos que conformen su círculo más cercano. Por ejemplo, si un niño quiere tomar un juguete él lo hará sin preguntar si puede o no hacerlo, si un niño quiere saber qué se siente tocar la tierra o una piedra él lo va a hacer. Por lo tanto, una de las mejores maneras de que los niños aprendan es dejar que descubran cosas por sí mismo, pero se debe tener cuidado cuando algo se vuelve peligroso o es perjudicial para su salud. El hecho de que un niño tome un juguete o juegue con algo ayuda al cerebro del niño en la coordinación de las manos, pies, ojos y brazos, de su cuerpo en general; además, el juego estimula su creatividad e imaginación. Durante toda esta etapa de exploración del mundo y de su alrededor es de suma importancia el cuidado de los pequeños, físicamente es cuando son más débiles y es cuando más necesitan de amor, cariño y cuidado. También durante esta primera etapa de la vida es cuando los padres pueden contribuir al desarrollo del potencial de su hijo, a incrementarlo y guiarlo poco a poco a hacer lo que a él le gusta, y a potenciar habilidades. Mientras más apoyo, confianza y seguridad se le propicia, es mejor para el niño, dándole la oportunidad de expresar sus emociones en su familia como con los demás.  
Los padres son los primeros profesores, amigos y compañeros de juego de sus hijos Es importante que los niños se relacionen con el medio que los rodea, con sus padres, con sus abuelos, con la gente de su alrededor para que comiencen a observar su comportamiento e ir conociendo sobre dónde están situados. Ellos son los encargados de darle la seguridad y protección que su hijo necesita, teniendo en cuenta que, si el niño disfruta de un cuidado y una responsabilidad buenos y eficaces por parte de sus padres, se siente más apoyado y estimulado. Se ha demostrado que el apego y el cariño de un niño a sus padres refuerza su capacidad de aprender y el mal trato hacia los pequeños genera todo lo contrario, falta de concentración, inseguridad, timidez, hasta incluso depresión afectando su parte psicológica. Por lo tanto, es importante la buena comunicación y el buen trato hacia ellos, sus hijos; manifestarle sentimientos positivos de amor, de preocupación y de cariño, también escucharlos y hablar con ellos, entablar una conversación; brindarles confianza y seguridad en sí mismos y por último ayudar al niño a enriquecer su experiencia, narrándole cuentos o leyendo algún libro para fomentar así su imaginación y creatividad.  
Pero, ¿Cómo se relaciona todo esto con la lectura en los niños?, la respuesta es muy simple. Si a los niños la lectura les genera un estímulo positivo, ellos poco a poco lo harán un hábito, pero son los padres los encargados de acercar a sus hijos a la lectura. Desde que están en el vientre ellos pueden oír a su madre, por lo tanto, desde ese momento ella puede contarle cuentos o historias, pero es importante que sea algo grato para la madre también, si el pequeño siente que no lo es, él entenderá es que eso no lo hará feliz y entonces es algo que él evitará realizar. 
Ahora, ¿En qué momento es bueno que los niños aprendan a leer? Para que un niño comience a leer se necesita de una maduración previa de las habilidades lingüísticas básicas que son oír y hablar, luego de eso viene leer y escribir. Aquel niño que tiene problemas auditivos tendrá problemas para hablar debido a que el ser humano durante sus primeros años de vida lo que hace es repetir lo que ha escuchado, y aquel niño que no lee tendrá dificultades en cuanto a la escritura, debido a que no ha visto de qué letras se conforma cierta palabra, etc. Para oír no se necesita ninguna fuerza física y lo mismo sucede para leer, ambas cosas son cerebrales. En cambio, para hablar y escribir si lo necesitamos.  Por lo tanto, para que un niño comience a leer solamente es necesario que tenga la maduración cerebral suficiente para hacerlo, teniendo en cuenta que el tiempo en que un niño lo logre es diferente entre uno y otro. Si nos empeñamos en que aprenda a leer a una edad muy temprana puede llegar a ser contraproducente para su aprendizaje. Por otra parte, se deben adquirir ciertas habilidades previas, como por ejemplo entender los conceptos de antes y después, arriba y abajo, derecha e izquierda, afuera y adentro. Además, el niño debe comprender, expresarse bien y pronunciar correctamente las palabras. El objetivo principal no es lo pronto que el niño aprenda a leer, sino que entienda lo que está leyendo. Por lo que no hay que presionarlo, solamente ayudarlo a que comprenda lo que lee e  incentivarlo hacia la lectura.   
Bibliografía  
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