Muerte digna para todos
José
Toledo
La
eutanasia es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente
desahuciado con la intención de evitar sufrimiento. El concepto está asociado a
la muerte sin sufrimiento físico.
La
prohibición de la eutanasia está regulada de forma específica en dos de los
artículos de la Ley que regula los Derechos y Deberes que tienen las personas
en relación con acciones vinculadas a su atención en salud, de 2012.
El
artículo 14 de esta normativa establece que “toda persona tiene derecho a
otorgar o denegar su voluntad para someterse a cualquier procedimiento o
tratamiento vinculado a su atención de salud con las limitaciones establecidas
en el artículo 16. Este derecho debe ser ejercido en forma libre, voluntaria,
expresa e informada, para lo cual será necesario que el profesional tratante
entregue información adecuada, suficiente y comprensible. En ningún caso el
rechazo a tratamientos podrá tener como objetivo la aceleración artificial de
la muerte, la realización de prácticas eutanásicas o el auxilio al suicidio”.
La
prohibición de la eutanasia es injusta e inconsecuente debido a que al momento
de pensar en ciertas enfermedades, algunas terminales o simplemente incurables
y que provocan el dolor, sufrimiento y agonía de quien la padece, mantenerlos
con vida es simplemente alargar la constante lucha contra los malestares
presentados por el paciente, permitiendo que sus condiciones de vida se
deterioren a diario, esto queda demostrado según las siguientes cifras: “el
dolor por cáncer en situación avanzada/terminal llega a afectar entre el 70% y
90% de los mismos. Pueden coexistir varios tipos de dolor, pero el más
frecuente es un dolor crónico, nociceptivo, somático.[1]
Otro
de los motivos por los cuales la eutanasia es una buena opción es debido a que
los pacientes al perder la autonomía, se sienten afectados y adquieren diversos
miedos. Así lo plantea una encuesta realizada a diversos países de Europa, “a
juicio de médicos, enfermeras y familiares, las causas más comunes de pedir el
término de la vida para un paciente terminal, fueron sentir un dolor
insoportable, considerar que se convirtió en carga para la familia, miedo al
deterioro físico y a tener que depender de los demás”.[2]
Un
paciente que padece de una enfermedad incurable, que siente diversos malestares
físicos y que en algunos casos no se vale por sí mismo, tiene una gran carga
psicológica que produce una inestabilidad emocional, por ende, es una carga
física y mental que debe soportar a diario, constantemente se está sufriendo
por una situación que puede cambiar al momento de legalizar la eutanasia,
siempre con un control y análisis de caso a caso.
Simplemente
no se puede decidir por aquellas personas que están sufriendo, no se puede
dejar influenciar por ética o moral, cuando es una persona la que ya no soporta
su condición, cuando ya no puede desempeñar su vida con normalidad e incluso de
la pérdida total de su autonomía (entiéndase que teniendo de igual forma las
facultades para tomar la decisión).
A
veces se debe ver más allá de lo que acostumbramos, expandir nuestras mentes e
intentar ponernos en el lugar del otro para analizar la situación, comprender
las diversas aristas que pueden surgir de un mismo tema, de esta forma es
posible entender el sufrimiento del otro y así ver porque para ellos es tan
importante una muerte digna.
¿De
verdad debemos ver el deterioro, sufrimiento y posterior muerte de manera lenta
y cruel de aquellos que están enfermos sin cura? ¿Podemos darnos el lujo de
decidir por otros?
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