sábado, 26 de septiembre de 2020

Segregación de sexos en los Selk´nam de Tierra del Fuego

 

Nombre: Bianca Bruna Ramírez

Carrera: Ingeniería Matemática

Fecha: 10/09/2020


Durante los siguientes párrafos se hablará sobre la investigación de Anne Chapman, que trata sobre este árbol llamado Hain, y es través de sus raíces que logra comprender, de manera inductiva, la relación de éste con toda la sociedad selknam entendiéndola como un bosque, del cual rescata desde los aspectos de su vida diaria hasta lo que es ser selk’nam; por lo tanto, debemos tener en cuenta que a través de este trabajo se logran desglosar variados aspectos de esta cultura y de la misma manera abarca los aspectos sociales, económicos e históricos. Cuando se lleva a cabo una investigación en la que nuestro objeto de estudio son personas, hay muchas visiones comprometidas, como la de Anne Chapman, la colaboración de Martín Gusinde, como de los mismos selk’nam en el libro  “Fin de un Mundo”, se logra un resultado rico en perspectivas, garantizando de manera parcial la existencia de sesgos.


No sin antes dar una pequeña definición general sobre la sociedad selk’nam y revisar conceptos relativos al Hain, así es como Anne Chapman comienza a introducirnos el tema. Dicho comienzo es de carácter histórico, puesto que revisa uno de los antecedentes del Hain: el mito del matriarcado. A grandes rasgos, trata sobre un tiempo mítico (hoowin) en que la sociedad selk’nam fue regida por las mujeres, montando así un matriarcado donde los hombres cazaban, servían y trabajan para ellas. En una estructura social, los hombres estarían innegablemente bajo las mujeres. El quiebre comienza cuando el dios Sol (Shoort) volviendo de haber cazado un guanaco para la tribu, escucha a 2 mujeres hablando sobre su Hain. Las oye también ensayando sobre el mismo mientras se burlan de la ingenuidad de los hombres y descubre así que todo esto era una farsa… reúne a los hombres y los organiza planeando una matanza hacia ellas a sangre fría. Durante la matanza acuerdan dejar vivas a las niñas pequeñas, ya que no tenían conciencia de este poderío femenino. Es ahí cuando el patriarcado selk’nam se vuelve una realidad y conforma un Hain masculino, en el cual la situación se invierte totalmente, ahora las mujeres (niñas en ese entonces) vivirán para servir y temer a los hombres.

La esencia del Hain podría ser resumida en transición y entrenamiento, pero este es un simplismo casi grosero para el magno significado que tiene. Este ritual consistía en la transición de niño a hombre, en una sociedad regida por ello y esto no era algo menor. El Hain entrenaba guerreros de primera categoría (k’mal), cazadores eximios (paautin), excelentes arqueros (kian-seren), destacados corredores (soijen) y campeones luchadores (sorren). No obstante, los estatus sociales con mayor prestigio eran los de chamán (xo’on), profeta (chan-ain) y sabio (lailuka-ain). Curiosamente, algunas mujeres alcanzaban estos últimos tres estatus. Alejándonos un poco del significado simbólico del Hain, es necesario explicar que este podía durar meses, excediendo en algunas ocasiones su duración a más de un año. Dentro de las actividades de este estaban las agotadoras jornadas llenas de quehaceres como: cazar, recolectar leña, caminatas extensas, no alimentarse bien, oír relatos sobre el matriarcado, entre otros.


Por otro lado, los roles productivos son un tema importante no sólo para entender una dimensión social -más- de los selk’nam, sino que también una económica. La división sexual era evidente, y creaba brechas de productividad enormes entre hombres y mujeres. Las mujeres tenían participación en tareas técnicas y simples de hacer; como la recolección de leña y frutos, la caza de roedores, el cuidado de los hijos y la fabricación de vestimenta. Los hombres, por el contrario, eran delegados a tareas más complejas y vitales para la supervivencia. Caza de guanacos (alimento predilecto de los selknam, muy difícil de cazar), toma de decisiones políticas importantes, fabricar herramientas y la formación de otros klóketen eran sólo algunas de las tareas de las cuales sólo hombres podían tomar parte. Podría decirse que esta división sexual del trabajo permitía que hombres y mujeres tuvieran espacios propios en los cuales desarrollarse, pero lo cierto es que esto sólo aplica para los hombres. 


Teniendo claro el carácter altamente segregador de la cultura selk’nam, no sería raro concluir que no existían espacios en que hombres y mujeres pudiesen desarrollarse de maneras similares, pero la pintura corporal era quizás la instancia más inclusiva que existió en este pueblo. Entonces, hombres y mujeres participaban de este verdadero arte. La complejidad no era menor; la pintura corporal se valía de amplias tonalidades (grises, blancas y rojas) y formas (círculos y líneas de formas y tamaños variables). Y tenía muchos objetivos; por ejemplo, la proporción de los colores y la posición de las formas podían usarse para expresar buen humor, tristeza, soledad, etc.  Alejándonos del propósito emocional, la pintura podía tener fines prácticos como aislante del frío (algunas pinturas estaban hechas con grasa de ballena), camuflaje e incluso como sustituto de un baño, ya que entre cada pintada había una sesión de fregadura bastante importante.


Si bien el patriarcado era evidente e innegable, lo era así también la postura feminista de Chapman, vital para poder darse cuenta de este tipo de estructuras sociales y políticas.
Refiriéndonos un poco a esta primera estructura, la autora hace la dicotomía entre trabajo productivo (rol que tenían hombres y mujeres para abastecer a la comunidad de distintos bienes y servicios) y reproductivo. Uno podría creer que por más patriarcal que fuese la sociedad selknam, jamás podrían entrometerse en el trabajo reproductivo por temas meramente biológicos; pero ellos fueron más allá. Hicieron -otro- puente entre lo espiritual y lo terrenal. Es aquí donde el ritual de la couvade sale a flote. En este ritual el hombre simula tener los dolores del parto y “sangra” sangre de guanaco.
Según Chapman esta costumbre es totalmente consecuente con la actitud patriarcal de los hombres ya que, a su parecer, esto tiene como objetivo dejar en claro a las mujeres que el parto no es monopolio femenino. No obstante, este ritual podría practicarse como una especie de tributo hacia las mujeres y su importante labor reproductiva.

En el Hain como ya hemos expuesto varias veces, se ven muy marcados los roles de género que condicionaban la economía de los selk’nam debido a que existían ciertas tareas de mayor especialización y práctica para ser llevadas a cabo y otras que eran todo lo contrario porque no requerían más que una pequeña técnica. La mujer en esta situación era técnicamente vetada de poder obtener un mayor aprendizaje/conocimiento en trabajos como los que realizaban los hombres, simplemente por el hecho de ser acciones que supuestamente desempeñaban mayores capacidades y otro nivel de concentración, de esta manera el hombre era el encargado de sostener la familia casi al 100% por la designación de quehaceres como la caza, recolección de leña y/o la pesca, es decir, dependía de él la sobrevivencia de su núcleo familiar. El hecho de que solo los hombres selk’nam pudieran hacer estas cosas de alguna u otra manera detuvo y/o retrasó el desarrollo económico de ellos, esto se puede llegar a entender pensando que estas tareas se hubiesen podido realizar en conjunto con las mujeres para así lograr recolectar por ejemplo una mayor cantidad de alimentos y leña, prosperando así, su manera de vivir.


En conclusión, esta situación nos puede llevar a pensar sobre nuestro ejercicio profesional futuro, netamente en el ámbito de terminar con la negación o las imposibilidades educativas que se les presentan a las mujeres al momento de querer seguir creciendo intelectualmente, puesto que si esto sucediera afectaría los niveles sociales y económicos que tenemos todavía. En primera instancia, por la incorporación ojalá completa que habría de las mujeres para que pudieran acceder a oportunidades educativas de mejor calidad en un sentido integral, para así llegar a optar por trabajos que realmente le fueran agradables y beneficiarios, aportando así de manera directa a la economía estableciendo un equilibrio entre mujeres y hombres, quienes tienen las mismas capacidades para desenvolverse ante las mismas situaciones. Este cambio paradigmático lo podemos generar y fomentar desde la educación, entendiendo finalmente que estas diferencias tajantes entre ambos sexos son innecesarias.

Bibliografía:

Chapman A. (1989). Fin de un Mundo: Los Selk’nam de Tierra del Fuego. Santiago de Chile: Pehuén.







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