Juan Pablo Vergara Rencoret
Desde la prehistoria hemos preferido dejar marcas en los muros con la intención de comunicar. En un inicio dibujamos animales y acciones, luego lo comenzamos a usar para comunicar rezos y oraciones (un ejemplo son los egipcios), posterior al fin de las civilizaciones antiguas pasamos al muralismo, los frescos y vitrales en la era cristiana, y ya desde esta última versión de “manifestación” podemos acercarnos a lo que es hoy, un método de expresión política-artística y desde aquí nace un conflicto interesante que para la gran mayoría podría ser un tema de discusión.
“¿Por qué rayan las paredes?” “Se ve feo” “¿Cuál es la intención? Esto es puro vandalismo.” “Las juventudes de hoy en día ya no saben qué ‘cresta’ hacer.” Son consignas escuchadas en múltiples escenarios pero con un factor común: había un graffiti. Esto conlleva a repensar de donde se origina y preguntarnos por qué ‘cresta’ lo hacen, y en lo personal pasé por ambas fases: La de rechazar esta acción y la de entender porqué lo hacen, y luego del 18 de octubre recién pasado llegué a una conclusión que creo bastante acertada: La finalidad principal del graffiti es de comunicar, y con este pensamiento podríamos incluso justificar porqué es tan invasivo y repetitivo. “Prevalece el mensaje político”(Manzano,2015) dice Fátima en el diario El Mundo y, pues, tiene bastante razón y ejemplos hay de sobra: Desde consignas radicales hasta algunas en busca de paz en las calles. Todas expresiones artísticas con un trasfondo, y creo que eso es digno de llamarse arte, porque se basan en conceptos y los desarrollan hasta generar una intervención que dialoga con cualquier espectador, porque plantea un pensamiento en conflicto, prestado para su discusión. Y es interesante lo que sucede a nivel social, ya que por mucho que rechacemos o aceptemos esta intervención, si nos concentramos en el tema sociopolítico que cuestiona podríamos estar tal vez horas hablando del tema.
Siempre han estado de moda pero hasta hace poco en Chile ví muchas intervenciones en muros: Desde lienzos hasta pinturas y todas planteaban lo mismo, el rechazo a la policía y a las figuras políticas del momento. Pero esto no pasa solo en Chile, grafiteros famosos como el británico Banksy han sido trascendentales en esta corriente artística y de pensamiento, las obras de Banksy son conocidas en gran parte del globo y expresan ideas en contra de la policía, de la derecha y del sistema.
Ha quedado claro que el grafiti plantea una intervención artística con un trasfondo profundamente político y social que intenta cambiar el paradigma integrando cuestionamientos en las personas que lo consumen, intencionalmente o no. Gracias a esto se podría decir que aportaron a revoluciones y exposiciones de pensamiento, bastó con hablar de Banksy para ver que un grafitero famoso expone un pensamiento antisistema. Podremos cuestionar infinitamente la acción de ‘graffitear’ pero lo que está claro es que, el por qué del graffiti sustenta un acto de rebeldía ya que este en sí mismo es antisistema, atenta contra el orden de una fachada bien pintada, la corrompe y plasma un pensamiento tanto en la fachada misma como en la boca de las personas y su autor es debidamente anónimo, un ‘hacker’ del orden, que en el pensamiento más duro sería llamado terrorista… Bueno será porque nos hace cuestionar lo establecido.
Y es que estos dos sujetos iniciales: El opositor al graffiti y, tanto el graffitero como el que lo acepta, tienen cosas en común; ambas posturas plantean una discusión sobre el sistema y los pensamientos conflictivos (o de otra forma divergentes), ambos coexisten en un estado de rebeldía porque extreman su pensamiento (uno está profundamente de acuerdo mientras que el otro no) y en consecuencia ambos rechazan el pensamiento de su opuesto. Y así por lo visto continuará esta discusión aunque la ley haya encontrado una respuesta porque por un lado tenemos la expresión y por otro, la propiedad privada.
Bibliografía
Fátima G. Manzano. El mensaje oculto tras los grafitis, oct. 2015. Recuperado de https://www.elmundo.es/f5/2015/10/21/55a8ddf1e2704e982c8b457a.html
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