“Cuando un hombre llega al final de su
trayecto lo único que desea, es la muerte”, estas fueron las palabras del
maestro Yehudi, antes de apretar el gatillo de la pistola que apuntaba su
cabeza.
En el momento en que una persona que
queremos, un familiar o alguien, que se quita la vida, hace que nosotros, las
personas a su alrededor, nos hagamos una gran cantidad de preguntas ¿Por qué lo
hizo? ¿Con que fin lo hizo? ¿Qué nos quería decir? Desde ese minuto también
aflora en nosotros un sentimiento de culpabilidad, que nos lleva a buscar el
sentido y la razón de lo que hicieron, nos hace que miremos la vida de otra
forma, de una manera más profunda.
El suicidio es un hecho que ha estado
presente en la vida del hombre desde que se juntó en sociedades y siempre su
significado ha sido la acción de quitarse la vida, sin importar la forma; el
objetivo es terminar con la propia existencia, sin embargo, hay algo que con el
tiempo si ha cambiado: Las diferentes visiones que se han tenido del suicidio.
Basta con considerar
el honor que producía suicidarse en Japón en el siglo XI, a los griegos que mantenían
lugares públicos para suicidarse, porque en ocasiones el suicidio para ellos
era un deber de militares y políticos vencidos, hasta llegar rechazo que
provocaba y aun provoca en la iglesia
católica.
Hoy en día el suicidio implica rechazo de
la mayoría de las personas, pero considero que es muy fácil decir que es malo y
que la muerte no es una opción, pero ¿Realmente es así?
Yo creo que no, en ciertas circunstancias
tenemos la capacidad de decidir, somos dueños de nuestros cuerpos. Pero nuestra
sociedad no ha combatido en vano por
nuestros derechos de libertad, autonomía y dignidad. Por lo mismo, es difícil
comprender por qué solo en algunas condiciones se respetan estos derechos y en
otras no, es decir; ¿Por qué el hombre que siente que no está viviendo con
dignidad, que no le encuentra sentido a su vida no tiene la autonomía y
libertad de disponer de ella?
La religión, presente en la vida del
hombre desde sus comienzos, ha influido de manera activa en su pensamiento y
actuar, por lo tanto, creo que la iglesia tiene mucho que ver con esta visión
negativa acerca del suicidio. Por ejemplo, el famoso filósofo y teólogo Tomas
de Aquino, plantea que todo hombre pertenece a una sociedad y que tiene un
deber divino con esta, que es el de colaborar con el bien común. Es decir, el
hombre esta ligado con cada persona que lo rodea, en consecuencia el suicidio
sería un rechazo a cumplir este deber social.
Pero en la sociedad actual, qué validez
puede llegar a tener este argumento si cada día a través del bullying, del
cyberbullying, de la violencia intrafamiliar, de la discriminación de raza o de
género, se condena a una mayor cantidad de personas al aislamiento, a la
soledad y se les hace más difícil darle un sentido a la existencia. Por
consiguiente ¿Qué responsabilidad social puede llegar a tener una persona
aislada y olvidada por su entorno? ¿Realmente podemos exigirles a estas
personas que cumplan sus deberes para con la sociedad?
Por otra parte y siguiendo con el análisis
de la sociedad en que vivimos, ya por todos es sabido, que se promueve en ella
una imagen de felicidad estereotipada, que solo está dirigida a la búsqueda del
placer individual y que todos los valores humanos son mercantilizados y
deformados a tal punto que la sociedad los hace maleables y modificables a su
antojo.
Ante esta perspectiva se forma un mundo
sin significado, que solo puede ser vivido por personas que para el resto
parecieran ser invisibles. Según mi opinión, la única forma de contrarrestar
esto es con la formación de lazos de cariños, pero; que queda para otras
personas que no tienen estos lazos, que no tienen hijos, padres, hermanos ni
ningún familiar o institución que se preocupe por ellos, pero sinceramente
¿Cómo creen que se sienten ellos? ¿Creen que tienen ganas de seguir viviendo?
Pónganse ustedes en su lugar, qué pasaría si de un momento a otro se quedan
solos y pueden hacer lo que quieran y a nadie le importará; si nadie les
preguntara cómo están, ni siquiera les dirigieran la palabra, ¿Cómo se
sentirían?
Aunque no lo crean, estas personas
existen, son aquellas personas que nadie mira, son las que tú, cuando vas por
la calle, no te das cuenta que están allí y ni te volteas a mirarlas, porque si
bien, sabemos que están allí, no sabemos quiénes son.
En conclusión , no se trata de decir
simplemente no al suicidio, expresando de modo definitivo su negatividad moral,
sino que de entender y ponerse en el lugar de estas personas, que solo están
buscando un atajo para terminar con su sufrimiento, que fue provocado por
nosotros mismos. Todos formamos parte de esta sociedad en la que nos movemos
como un surfista tratando de dominar cada vez olas más grandes, sucumbiendo
muchas veces en sus enormes presiones y exigencias, que es lo que lleva a estas
personas frágiles y carentes de objetivos a actuar de una manera desesperada.
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