Como bien sabemos, el “Colegio de Profesores de Chile, A. G.” es una institución gremial creada en 1974 cuyo propósito es representar a todos los profesores de Chile -que en adelante entenderemos como las bases- en sus necesidades, demandas y otros. Hace poco más de un mes esta organización convocó a sus representados a un paro de alerta de 48 horas para acelerar la negociación y respuesta del gobierno sobre cinco puntos fundamentales vinculados con la nueva carrera docente: 1º Titularidad, 2º Descongelamiento del ingreso mínimo nacional, 3º Bono de incentivo al retiro voluntario, 4º Agobio laboral, 5º Deuda Histórica. Sin embargo, el mismo día en que las bases votaban a favor del paro indefinido, el presidente del gremio, Jaime Gajardo, llamó a deponerlo, pues ya había llegado a un acuerdo con el gobierno sobre dos de los cinco puntos de la Agenda Corta, faltando con esto a las expectativas del profesorado. Como puede verse, la decisión, que no fue consultada a las bases, no satisfacía todos los puntos a tratar, lo que causó el descontento de los profesores, especialmente de las comunas del norte y sur del país, y el inicio de un paro indefinido que fue sumando comunas de manera progresiva. En la Región Metropolitana, la comuna que lideró el inició de las movilizaciones fue Maipú.
Uno de los 5 puntos de la Agenda Corta que no quedó resuelto con la negociación del Colegio de Profesores y el Mineduc es el agobio laboral que sufren los profesores en Chile, quienes no cuentan con el tiempo suficiente para desarrollar su trabajo administrativo -planificación, preparación de las clases, confección de material pedagógico, corrección de pruebas, reflexión de sus prácticas pedagógicas, etc.-, pues ocupan todo su horario en hacer clases, debiendo completar sus otras tareas en sus hogares, restando tiempo a sus familias y, en general, a los distintos ámbitos de su vida personal.
De algún modo, no consultar a las bases fue el punto de inflexión. Movimientos como el denominado “50/50” -50 por ciento de horas lectivas y 50 por ciento de horas no lectivas- manifiestan que los profesores hoy ya no solo se movilizan por consignas tales como “sin profesores no hay reforma” o “defender la agenda corta”, sino que sus declamaciones manifiestan, por sobre todo, un profundo rechazo a la intención de la dirigencia del Colegio de pretender ajustarse a los tiempos del gobierno y no a las necesidades urgentes del profesorado. Así es como lo que se escucha en las calles es que “la agenda corta se quedó corta”.
El quiebre entre las acciones de la mesa directiva del Magisterio y las bases nos muestra, entonces, que el agobio laboral dejó de ser solo un punto de la agenda corta para convertirse en un profundo agotamiento del profesor de aula ante la falta de eco de sus demandas más elementales, lo cual se ve reflejado en el paro de actividades que hoy se desarrolla.
En Chile los profesores de la educación pública no cuentan con las condiciones necesarias para realizar su ejercicio como docente, ya que, por ejemplo, su carga horaria es abultada, sin tener el tiempo necesario para preparar material, corregir pruebas, etc. A esto se suma que por sala el número de alumnos supera los 40, lo cual hace difícil desarrollar verdaderos aprendizajes de calidad “para todos” como instruye el Marco para la Buena Enseñanza. Otro punto importante es que deben ser sometidos a una evaluación obligatoria, que consiste en elaborar un portafolio, el cual exige un tiempo de dedicación que no vaya en desmedro del tiempo que se le debe entregar a los estudiantes, a esto se suma la presión de salir bien evaluado.
Durante años los profesores chilenos han estado a la espera de una reforma que pueda establecer mejoras en las condiciones del trabajo docente, pues siempre que se han hechos cambios en las leyes nunca se ha considerado a los docentes como agentes protagónicos de estos.
Nunca antes en Chile los profesores se habían revelado contra sus dirigentes, ni se había dado una movilización que no fuera llamada por estos, como la que se ve hoy en día. Por ello, no es tan difícil llegar a la conclusión de que el agobio de los profesores ya no es solo el resultado de la enorme carga laboral que pesa sobre ellos, sino que representa el hastío generalizado y progresivo del ciudadano común que no se siente representado ni escuchado por quienes dicen representarlos. Lo que hace un mes solo era un título más dentro de la denominada agenda corta, hoy por hoy es el estado de crisis que se genera cuando las bases no se sienten representadas y deben levantarse y hacerse escuchar. En conclusión, Chile, sus políticos, los trabajadores, los ciudadanos en general estamos presenciando lo que para cualquier sociólogo es evidente: el estallido de un descontento colectivo ante la falta de representatividad. La disidencia, que es el nombre con que se ha rotulado al movimiento docente, nace, en definitiva, del agobio del que nadie puede sentirse ajeno. Lo dicen las encuestas, es el clamor en la calle. Ahora, solo nos queda esperar que el gobierno logre por fin realizar una lectura correcta, y que más allá del respeto a una determinada dirigencia, se siente a dialogar con quienes realmente educan al país: las bases.
Claudia Guzmán Silva
Ingeniería Civil Informática
Universidad de Santiago de Chile
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