El amor: ¿Una reacción química que se
puede generar artificialmente?
El
amor se define, según la Real Academia de la Lengua Española, como sentimiento
hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en
el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir,
comunicarnos y crear. Pero, ¿Qué
produce esta sensación?
Una
investigación en la década de los 80 realizada por Donald F. Klein y Michael R.
Liebowitz en el Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York de Estados Unidos, buscó asociar la secreción de hormonas con el
sentimiento de amor. Es así como concluyeron que una persona enamorada produce
Feniletinamina (FEA). La FEA es un
neurotransmisor, es decir una biomolécula que transmite información de una
neurona a otra, y es responsable de la sensación de felicidad. Los efectos que
produce son aumentar la frecuencia de las pulsaciones cardiacas, acrecentar
la presión sanguínea, subir el nivel de azúcar en sangre, entre otras
sensaciones y modificaciones fisiológicas. Estos efectos pueden desencadenarse
por eventos simples como un intercambio de miradas o un roce de manos. También
se ha descubierto que por otras razones se secreta este neurotransmisor tales
como: la actividad deportiva y el consumo de alimentos como el chocolate y los
quesos.
Existe
otra teoría que corresponde a la de la Dra. Helen Fisher, investigadora del
comportamiento humano de la Universidad Rutgers, que ha estudiado el amor
romántico desde el lado científico asociando las personalidades de las
relaciones amorosas con diferentes hormonas: dopamina, estrógeno, testosterona
y serotonina.
Ambas
teorías concluyen en lo mismo, el amor es un conjunto de reacciones químicas
asociadas a la secreción de hormonas. Es por esto que científicos están
realizando estudios que proponen descifrar los componentes químicos del amor para desarrollar fármacos que
disminuyan o aumenten nuestros sentimientos hacia los demás. Si esto llegase a
concretarse ¿Es natural? ¿Cómo puede afectar la intervención con fármacos en
procesos como el término de una relación o el amor no correspondido? ¿Es necesario convertir el amor en un
laboratorio químico? ¿Es necesario utilizar la ciencia para manipular las
relaciones personales? Si consideramos que la respuesta es afirmativa,
comprendemos que las relaciones humanas pueden quedar reducidas a una intervención
artificial, en donde los sujetos no serán capaces de aprender y de construir
formas de relacionarse a partir de sus experiencias y de sus interacciones, pues
tendrán la fórmula para llevarlo a cabo. Transformar los vínculos emocionales
es un negocio adquirible nos despoja de nuestra capacidad de creatividad y
también del fluir natural de las relaciones.
Además,
intervenir en etapas como las antes mencionadas pueden traer consecuencias
colaterales a los pacientes que se sometan a estas experiencias. Tales como:
dificultades para relacionarse con el sexo opuesto en sus futuras relaciones
amorosas, e incluso en relaciones con su entorno más cercano. Sin embargo,
existen casos en que justificadamente se pueden utilizar estos métodos de
“sanación” tales como en enfermos terminales, enfermos psiquiátricos, personas
que sufren depresión o sus derivados. Bajo esta perspectiva se debe investigar.
De hecho, se conoce que la estructura de la feniletilamina puede encontrarse
también en el LSD y en la morfina. Ambos
usados en enfermos terminales (el primero experimentalmente).
Finalmente y de acuerdo a lo ya expuesto, considero que los estudios que buscan generar “la fórmula del amor” se deben orientar a encontrar una forma de sobrellevar el sufrimiento de las enfermedades más traumáticas y dañinas y no en intervenir en procesos naturales de los seres humanos, pues hay espacios que la ciencia debe respeta, tal como las relaciones amorosas.
Finalmente y de acuerdo a lo ya expuesto, considero que los estudios que buscan generar “la fórmula del amor” se deben orientar a encontrar una forma de sobrellevar el sufrimiento de las enfermedades más traumáticas y dañinas y no en intervenir en procesos naturales de los seres humanos, pues hay espacios que la ciencia debe respeta, tal como las relaciones amorosas.
Giannina
Villagrán
Estudiante de Ingeniería Civil Química
Estudiante de Ingeniería Civil Química
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