martes, 1 de julio de 2014

El amor: ¿Una reacción química que se puede generar artificialmente?

El amor se define, según la Real Academia de la Lengua Española,  como  sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.  Pero, ¿Qué produce esta sensación?
Una investigación en la década de los 80 realizada por Donald F. Klein y Michael R. Liebowitz en el Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York  de Estados Unidos,  buscó asociar la secreción de hormonas con el sentimiento de amor. Es así como concluyeron que una persona enamorada produce Feniletinamina (FEA). La FEA es un neurotransmisor, es decir una biomolécula que transmite información de una neurona a otra, y es responsable de la sensación de felicidad. Los efectos que produce son aumentar la frecuencia de las pulsaciones cardiacas, acrecentar la presión sanguínea, subir el nivel de azúcar en sangre, entre otras sensaciones y modificaciones fisiológicas. Estos efectos pueden desencadenarse por eventos simples como un intercambio de miradas o un roce de manos. También se ha descubierto que por otras razones se secreta este neurotransmisor tales como: la actividad deportiva y el consumo de alimentos como el chocolate y los quesos.
Existe otra teoría que corresponde a la de la Dra. Helen Fisher, investigadora del comportamiento humano de la Universidad Rutgers, que ha estudiado el amor romántico desde el lado científico asociando las personalidades de las relaciones amorosas con diferentes hormonas: dopamina, estrógeno, testosterona y serotonina.
Ambas teorías concluyen en lo mismo, el amor es un conjunto de reacciones químicas asociadas a la secreción de hormonas. Es por esto que científicos están realizando estudios que proponen descifrar los componentes químicos del amor para desarrollar fármacos que disminuyan o aumenten nuestros sentimientos hacia los demás. Si esto llegase a concretarse ¿Es natural? ¿Cómo puede afectar la intervención con fármacos en procesos como el término de una relación o el amor no correspondido?  ¿Es necesario convertir el amor en un laboratorio químico? ¿Es necesario utilizar la ciencia para manipular las relaciones personales? Si consideramos que la respuesta es afirmativa, comprendemos que las relaciones humanas pueden  quedar reducidas a una intervención artificial, en donde los sujetos no serán capaces de aprender y de construir formas de relacionarse a partir de sus experiencias y de sus interacciones, pues tendrán la fórmula para llevarlo a cabo. Transformar los vínculos emocionales es un negocio adquirible nos despoja de nuestra capacidad de creatividad y también del fluir natural de las relaciones.
Además, intervenir en etapas como las antes mencionadas pueden traer consecuencias colaterales a los pacientes que se sometan a estas experiencias. Tales como: dificultades para relacionarse con el sexo opuesto en sus futuras relaciones amorosas, e incluso en relaciones con su entorno más cercano. Sin embargo, existen casos en que justificadamente se pueden utilizar estos métodos de “sanación” tales como en enfermos terminales, enfermos psiquiátricos, personas que sufren depresión o sus derivados. Bajo esta perspectiva se debe investigar. De hecho, se conoce que la estructura de la feniletilamina puede encontrarse también en el LSD y en la morfina. Ambos usados en enfermos terminales (el primero experimentalmente).
         Finalmente y de acuerdo a lo ya expuesto, considero que los estudios que buscan  generar “la fórmula del amor” se deben orientar a encontrar una forma de sobrellevar el sufrimiento  de las enfermedades más traumáticas y dañinas  y no en intervenir en procesos naturales de los seres humanos, pues hay espacios que la ciencia debe respeta,  tal como las relaciones amorosas.

Giannina Villagrán 
Estudiante de Ingeniería Civil Química 

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