Mafalda, y su ironía frente a temas contingentes |
Dentro de las medidas anunciadas por el Presidente Sebastián Piñera el pasado 21 de mayo, una de las que más llamó la atención, fue el Proyecto de inscripción automática y voto voluntario, una ley que busca cambiar el método actual, en pos de ampliar el padrón electoral y hacer el sistema más democrático. Este proyecto de ley se ha mencionado en varias ocasiones desde el 2004 sin que se concrete nada hasta el día de hoy, esto, posiblemente por presiones políticas tanto del lado de la Alianza como de la Concertación, causadas por la incertidumbre de si un cambio como éste les será beneficioso al traer un electorado nuevo que pueden sumar a sus filas, o si al contrario, este nuevo grupo amenazará la estabilidad que les da un número de votantes al que están ya acostumbrados. Pero más allá de si estas artimañas políticas tienen razón o no, o de si esta ley beneficiará a la ciudadanía , lo importante es que examinemos si este hecho será un avance para nuestras instituciones democráticas, o es un intento vacío de mostrar frescura en un sistema que parece estancado y poco atractivo.
En primer lugar se argumenta que con el sistema actual (inscripción voluntaria y voto obligatorio) se está dejando de representar a cerca de 2 millones de personas en edad de votar que por distintos motivos, entre ellos la falta de incentivos para asumir un compromiso para toda la vida como es el voto actual, el desinterés en la política, o simplemente un problema de “lata”, han desistido de inscribirse en los registros electorales. Es decir, se argumenta que el método actual ha terminado por ser poco representativo de la sociedad actual ya que carece de la participación de una gran parte de ésta. Pero el nuevo sistema ¿mejoraría esta situación en cuanto a representatividad? Todos los estudios demuestran que en la transición a voto voluntario las tasas de participación bajan en ocasiones, a menos del 50%, pero esto no es lo más grave ya que examinando esta cifra más a fondo vemos otro problema, la abstención a votar es muchísimo mayor en los sectores populares que en aquellos donde se concentra el ingreso, por la simple razón de que en estos últimos la gente recibe una mejor educación, posee una mayor capacidad de captar información y por lo tanto, suele interesarse más en participar de la política, ya que tienen la noción de que puede “hacer algo”. Esta situación genera un enorme sesgo social, ya que aquellos que están en un contexto más vulnerable en cuanto a las repercusiones de las decisiones políticas son precisamente los que prefieren autoexcluirse de elegir a la persona que ha de representarles y tomar dichas decisiones. Se produce una sectorización del voto, que no está tan relacionada con el desencanto general hacia la política, como con la falta de educación acerca del significado del voto, de cómo éste es un poder verdaderamente relevante que posee cada ciudadano.
Otro argumento es que con el voto voluntario los partidos y candidatos deben ser aún más atractivos y convincentes, para que de hecho, hagan que la gente quiera acudir a votar. Esto es particularmente difícil en estos tiempos en los que el desinterés por la política parece ser la salida más fácil y por lo tanto, la más atractiva. El problema para mí, es que se ve la participación política como opcional, como si en nuestras vidas pudiésemos elegir también marginarnos del sistema político y que éste no tuviese ninguna consecuencia para nosotros, como si éste no se colara en cada dimensión de nuestras vidas, como si cada acción nuestra no remitiera a una decisión política tomada por alguien en cuya legitimación no participamos. El voto no es sólo un derecho al que podamos echar mano cuando a cada uno lo estime conveniente, es un deber de todos como ciudadanos, y así, como pagamos impuestos para garantizar que el Estado tenga una fuente de recursos que administre en pos del bien común, el voto debe servirnos para mostrar la opinión de cada uno acerca de tal administración, acerca de la disconformidad con el sistema, con los candidatos, etc. Lo obligatorio es concurrir a las urnas, no el mostrar apoyo por nadie ni por nada, es por eso que existe el voto en blanco y el voto nulo, que a su vez se convierten en cifras de disconformidad, mientras que la abstención más bien se traduce en un creciente número de desmotivados.
Con todo esto no quiero decir que el voto obligatorio sea necesariamente representativo, sino que con el voto voluntario ninguno de los problemas de representatividad del voto obligatorio se resuelven, al contrario, los empeora. Introducir este sistema en un país desigual como Chile, enfatizará la brecha y hará que los resultados de las elecciones sean cada vez menos representativos; le da a la gente la falsa creencia de que la abstención también es una forma de participación política, una especia de protesta, cuando en realidad es una forma de marginación, les da la opción de renunciar a uno de las pocas manera de hacer saber su opinión y hacer valer sus intereses. La democracia, así como nos reporta tantos beneficios, también nos da responsabilidades y dar la opción a la gente de eximirse de la más importante no es para nada una forma de fortalecerla y alimentarla como plantea esta ley. Es por estas razones, y sabiendo que ya es una ley aprobada que regirá para las municipales 2012, la misión del estado y de cada ciudadano, es educarse sobre el tema y tomar real conciencia de lo que significa votar.
En primer lugar se argumenta que con el sistema actual (inscripción voluntaria y voto obligatorio) se está dejando de representar a cerca de 2 millones de personas en edad de votar que por distintos motivos, entre ellos la falta de incentivos para asumir un compromiso para toda la vida como es el voto actual, el desinterés en la política, o simplemente un problema de “lata”, han desistido de inscribirse en los registros electorales. Es decir, se argumenta que el método actual ha terminado por ser poco representativo de la sociedad actual ya que carece de la participación de una gran parte de ésta. Pero el nuevo sistema ¿mejoraría esta situación en cuanto a representatividad? Todos los estudios demuestran que en la transición a voto voluntario las tasas de participación bajan en ocasiones, a menos del 50%, pero esto no es lo más grave ya que examinando esta cifra más a fondo vemos otro problema, la abstención a votar es muchísimo mayor en los sectores populares que en aquellos donde se concentra el ingreso, por la simple razón de que en estos últimos la gente recibe una mejor educación, posee una mayor capacidad de captar información y por lo tanto, suele interesarse más en participar de la política, ya que tienen la noción de que puede “hacer algo”. Esta situación genera un enorme sesgo social, ya que aquellos que están en un contexto más vulnerable en cuanto a las repercusiones de las decisiones políticas son precisamente los que prefieren autoexcluirse de elegir a la persona que ha de representarles y tomar dichas decisiones. Se produce una sectorización del voto, que no está tan relacionada con el desencanto general hacia la política, como con la falta de educación acerca del significado del voto, de cómo éste es un poder verdaderamente relevante que posee cada ciudadano.
Otro argumento es que con el voto voluntario los partidos y candidatos deben ser aún más atractivos y convincentes, para que de hecho, hagan que la gente quiera acudir a votar. Esto es particularmente difícil en estos tiempos en los que el desinterés por la política parece ser la salida más fácil y por lo tanto, la más atractiva. El problema para mí, es que se ve la participación política como opcional, como si en nuestras vidas pudiésemos elegir también marginarnos del sistema político y que éste no tuviese ninguna consecuencia para nosotros, como si éste no se colara en cada dimensión de nuestras vidas, como si cada acción nuestra no remitiera a una decisión política tomada por alguien en cuya legitimación no participamos. El voto no es sólo un derecho al que podamos echar mano cuando a cada uno lo estime conveniente, es un deber de todos como ciudadanos, y así, como pagamos impuestos para garantizar que el Estado tenga una fuente de recursos que administre en pos del bien común, el voto debe servirnos para mostrar la opinión de cada uno acerca de tal administración, acerca de la disconformidad con el sistema, con los candidatos, etc. Lo obligatorio es concurrir a las urnas, no el mostrar apoyo por nadie ni por nada, es por eso que existe el voto en blanco y el voto nulo, que a su vez se convierten en cifras de disconformidad, mientras que la abstención más bien se traduce en un creciente número de desmotivados.
Con todo esto no quiero decir que el voto obligatorio sea necesariamente representativo, sino que con el voto voluntario ninguno de los problemas de representatividad del voto obligatorio se resuelven, al contrario, los empeora. Introducir este sistema en un país desigual como Chile, enfatizará la brecha y hará que los resultados de las elecciones sean cada vez menos representativos; le da a la gente la falsa creencia de que la abstención también es una forma de participación política, una especia de protesta, cuando en realidad es una forma de marginación, les da la opción de renunciar a uno de las pocas manera de hacer saber su opinión y hacer valer sus intereses. La democracia, así como nos reporta tantos beneficios, también nos da responsabilidades y dar la opción a la gente de eximirse de la más importante no es para nada una forma de fortalecerla y alimentarla como plantea esta ley. Es por estas razones, y sabiendo que ya es una ley aprobada que regirá para las municipales 2012, la misión del estado y de cada ciudadano, es educarse sobre el tema y tomar real conciencia de lo que significa votar.
Erick Veas Mela
Estudiante Ingeniería Civil en Obras Civiles
Universidad de Santiago de Chile
Considero muy valiosa su republicana intervención, también es un mentís para aquellos que piensan que los jóvenes no son capaces de la reflexión y el compromiso con nuestro sistema social...
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