sábado, 28 de diciembre de 2013

Qué hay detrás del «No al lucro»



El sistema de educación chileno está en una crisis, como consecuencia de la falta de financiamiento, regulación, calidad, pertinencia y equidad de las instituciones que ofrecen e imparten la educación en nuestro país. Hasta 1973 el sistema educacional estaba controlado por el Estado, y a pesar del hecho de que contaba con menos recursos que en la actualidad, las universidades contaban con financiamiento público y los profesionales egresados de ellas, no sólo lo hacían con las competencias técnicas que requería el campo laboral, sino que también lo hacían con una visión de desarrollo del país y de servicio hacia la comunidad.
Sin embargo, a partir de 1974 se implementó en nuestro país el sistema económico denominado economía social de mercado, donde el Estado sólo cumple un rol subsidiario dentro la economía, la cual está sujeta a la oferta y la demanda, incluida la educación. Esto permitió que las instituciones educacionales proliferaran durante los últimos 30 años, y a pesar del hecho de que el sistema educacional ha crecido y se ha masificado en sus diferentes niveles, este sigue siendo excesivamente elitista. Esto queda demostrado cuando se analizan las cifras entre los años 1990-2006, ya que al relacionar el acceso a la educación superior con el ingreso familiar, se tiene que mientras el quintil de menores ingresos (quintil I) pasó escasamente de un 4,4% a 17,3%, mientras que el quintil de mayores ingresos pasó de 40,7% a 80%. Esto significa que un joven que pertenece a una familia del quintil más rico tiene cinco veces más posibilidades de ingresar a la educación superior que un joven del quintil más pobre.      
Las instituciones que se crean han garantizado un mayor ingreso, pero no la calidad de la educación impartida, a la vez que aumenta el endeudamiento de los estudiantes que intentan financiar una de las educaciones más caras del mundo. El lucro en la educación vendría entonces a cuestionarse debido a que el dinero generado es a costa de los sueños de miles de jóvenes y familias que deben costear un arancel que supera con creces el sueldo mínimo familiar en instituciones que no garantizan ni competencias técnicas ni compromiso con el desarrollo del país. A su vez, este sistema educacional es fundamental a la hora de entender la desigualdad, pues condena a los jóvenes que ingresan a la educación superior a asumir una deuda millonaria, aun cuando el 45% de ellos desertan por no poder seguir pagando los aranceles debido a las cuotas e intereses muy altos. Las cifras de endeudamiento alcanzan en nuestro país a una cifra cercana a los 300.000 jóvenes, muchos de ellos prácticamente sin posibilidades de pago, sea por sus bajos ingresos, desocupación o deserción del sistema.
De esta forma, la desigualdad es expresada a través de la educación y muchos otros bienes públicos que han mutado a bienes de mercado, lo cual incluye a Chile en el Informe regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010 como uno de los países más desiguales del mundo, junto con Haití y otros ocho países de Latinoamérica. Pero a diferencia de estos países, Chile sí posee los recursos necesarios para poder llegar al desarrollo.
De esta manera, la mercantilización de la educación que permitió la creación y el funcionamiento de Centros de Educación Superior que orientan su crecimiento hacia el sector privado, y la herencia de la dictadura expresada en el cuerpo legal que exime al Estado de la responsabilidad de financiar las Universidades, han destruido el sistema educacional, generando sobreendeudamiento en aquellos que abogan a optar por un título universitario que asegure un «mejor futuro» dentro de un país extremadamente desigual. El «No al lucro» que se ha alzado no es una consigna vacía que apele a un sentido abstracto de cuestionar cualquier actividad económica que genere un beneficio, sino, por el contrario, ha puesto en la palestra un tema fundamental y que dice relación con aquellos derechos y aquellas libertades que tanto se pregonan, pero que a fin de cuentas, no se garantizan.





Esteban Canales Arévalo.
Ingeniería Civil en Metalurgia.
Universidad de Santiago de Chile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario