El sistema de educación chileno está en una crisis, como
consecuencia de la falta de financiamiento, regulación, calidad, pertinencia y
equidad de las instituciones que ofrecen e imparten la educación en nuestro
país. Hasta 1973 el sistema educacional estaba controlado por el Estado, y a
pesar del hecho de que contaba con menos recursos que en la actualidad,
las universidades contaban con financiamiento público y los profesionales egresados
de ellas, no sólo lo hacían con las competencias técnicas que requería el
campo laboral, sino que también lo hacían con una visión de desarrollo del país
y de servicio hacia la comunidad.
Sin embargo, a partir de 1974 se implementó en
nuestro país el sistema económico denominado economía social de mercado, donde
el Estado sólo cumple un rol subsidiario dentro la economía, la cual está
sujeta a la oferta y la demanda, incluida la educación. Esto permitió que las
instituciones educacionales proliferaran durante los últimos 30 años, y a pesar
del hecho de que el sistema educacional ha crecido y se ha masificado en sus
diferentes niveles, este sigue siendo excesivamente elitista. Esto queda
demostrado cuando se analizan las cifras entre los años 1990-2006, ya que al
relacionar el acceso a la educación superior con el ingreso familiar, se tiene
que mientras el quintil de menores ingresos (quintil I) pasó escasamente de un
4,4% a 17,3%, mientras que el quintil de mayores ingresos pasó de 40,7% a 80%.
Esto significa que un joven que pertenece a una familia del quintil más rico
tiene cinco veces más posibilidades de ingresar a la educación superior que un
joven del quintil más pobre.
Las instituciones que se crean han garantizado un
mayor ingreso, pero no la calidad de la educación impartida, a la vez que
aumenta el endeudamiento de los estudiantes que intentan financiar una de las
educaciones más caras del mundo. El lucro en la educación vendría entonces a
cuestionarse debido a que el dinero generado es a costa de los sueños de miles
de jóvenes y familias que deben costear un arancel que supera con creces el
sueldo mínimo familiar en instituciones que no garantizan ni competencias
técnicas ni compromiso con el desarrollo del país. A su vez, este sistema
educacional es fundamental a la hora de entender la desigualdad, pues condena a
los jóvenes que ingresan a la educación superior a asumir una deuda millonaria,
aun cuando el 45% de ellos desertan por no poder seguir pagando los aranceles debido a las cuotas e intereses muy altos. Las
cifras de endeudamiento alcanzan en nuestro país a una cifra cercana a los
300.000 jóvenes, muchos de ellos prácticamente sin posibilidades de pago, sea
por sus bajos ingresos, desocupación o deserción del sistema.
De esta forma, la desigualdad es expresada a través
de la educación y muchos otros bienes públicos que han mutado a bienes de
mercado, lo cual incluye a Chile en el Informe regional sobre Desarrollo Humano
para América Latina y el Caribe 2010 como uno de los países más desiguales del
mundo, junto con Haití y otros ocho países de Latinoamérica. Pero a diferencia
de estos países, Chile sí posee los recursos necesarios para poder llegar al
desarrollo.
De esta manera, la mercantilización de la educación
que permitió la creación y el funcionamiento de Centros de Educación Superior
que orientan su crecimiento hacia el sector privado, y la herencia de la
dictadura expresada en el cuerpo legal que exime al Estado de la
responsabilidad de financiar las Universidades, han destruido el sistema
educacional, generando sobreendeudamiento en aquellos que abogan a optar por un
título universitario que asegure un «mejor futuro» dentro de un país
extremadamente desigual. El «No al lucro» que se ha alzado no es una consigna
vacía que apele a un sentido abstracto de cuestionar cualquier actividad
económica que genere un beneficio, sino, por el contrario, ha puesto en la
palestra un tema fundamental y que dice relación con aquellos derechos y
aquellas libertades que tanto se pregonan, pero que a fin de cuentas, no se
garantizan.
Esteban
Canales Arévalo.
Ingeniería
Civil en Metalurgia.
Universidad
de Santiago de Chile.
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