El impacto de las mega-represas en el sur de chile
Las grandes represas destruyen los ríos y el ecosistema a su
alrededor, eliminan las aves, los peces, las plantas acuáticas y muchas otras
especies asociadas, como si esto fuera poco, las líneas de alta tensión
asociadas a ellos tienen numerosos impactos negativos. Estas estructuras
arruinan hermosos valles, inundan enormes superficies de humedales, bosques y
tierras agrícolas. Este no es un problema menor, dado que en todo el planeta,
alrededor de un tercio de las especies de peces de agua dulce están clasificadas
como “extintas, en riesgo o vulnerables”. La destrucción que provocan las
represas, así como los abusos a los derechos humanos y la corrupción a menudo
asociados a su construcción, han motivado en todo el mundo un creciente
movimiento ciudadano con el objetivo de poner la industria de las represas bajo
control democrático.
Las centrales hidroeléctricas en el rio Baker y el Pascua
tendrían numerosos efectos sobre los ecosistemas y animales asociados a estos ríos.
El primero y el más obvio es la pérdida de hábitat que se produce por el área
de inundación directa de bosques, de matorrales y áreas rocosas, además de la
muerte y el ahogo de especies que no son capaces de escapar o de ser rescatadas
a tiempo del agua. Esto afecta desde los grandes mamíferos como el huemul,
ciervo símbolo de Chile y que se encuentra en grave peligro de extinción, hasta
pequeñas y desconocidas especies de insectos y anfibios. También sufren los
efectos negativos quienes utilizan el río como rutas de desplazamiento dentro
de su ciclo de vida como algunos peces nativos, mamíferos acuáticos como el
escaso huillín o nutria de río, y aves tan singulares en su modo de vida como
el pato correntino.
Los argumentos que usan para aplacar la oposición pública a
las grandes represas es que estas son necesarias para combatir el cambio
climático, no requieren combustible, sino que usan una forma renovable de energía,
constantemente repuesta por la naturaleza de manera gratuita, es limpia, pues no
contamina ni el aire ni el agua y a menudo puede combinarse con otros
beneficios, como riego, protección contra las inundaciones, suministro de agua,
caminos, navegación y aún ornamentación del terreno y turismo. Como si esto
fuese poco además los costos de mantenimiento y explotación son bajos y poseen
una duración considerable.
Al parecer se trata “del negocio del siglo”, sin embargo
sabemos que estas no ayudan a combatir el cambio climático, dado que la
vegetación y los suelos en descomposición en los embalses producen grandes
cantidades de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el
metano. Existen numerosas alternativas a estos mega proyectos, incluyendo
pequeñas represas y estanques para contener localmente el agua de lluvia y usarla
para riego o el abastecimiento de agua, también la generación de electricidad
eólica, geotérmica y solar principalmente.
Afortunadamente, la embestida destructiva de las grandes
represas ya no es percibida tan positivamente como solía serlo. La construcción
de grandes represas tuvo un auge mundial durante los años setenta y ha ido
decayendo continuamente desde entonces. En la Unión Europea la evolución de las
leyes ambientales indica que muy pronto estas harán que sea imposible construir
una nueva gran represa en Europa. En los Estados Unidos, cada año se demuelen
más grandes represas que las que se construyen. Ahora, el principal desafío
para quienes velan por los ríos y los ecosistemas es acelerar la tendencia que
se aleja de la construcción de grandes represas e impedir la destrucción de los
preciosos ríos libres y vivos que aún quedan.
La presencia de líneas de alta
tensión además representa un grave peligro de colisión y muerte de aves
rapaces, patos, gansos, bandurrias y cisnes, constituyendo así una barrera
adicional que impone el hombre para la sobrevivencia de estas y otras especies.
Además hay que considerar que una línea de esta longitud equivale a una franja
de terreno desnudo de 2.400 há, en lo que representa una importante
interrupción de los ecosistemas así como una pérdida importante de hábitat y
bosque nativo en áreas supuestamente protegidas.
¡¡La contienda es desigual!!,
hay mucho trabajo por hacer y gente por concientizar, en vez de una sociedad
capitalista, autodestructiva y depredadora de su medio ambiente, urge exigir
que se propicie una economía que busque un equilibrio dinámico en armonía con
el de la naturaleza. “Conocen el precio de todo, pero el
valor de nada” decía Oscar Wilde, nuestra actual economía se ha convertido en
cómplice de un mundo indeseable para las inmensas mayorías. Indeseable porque
el valor fundamental en que se sustenta es la codicia, de tal manera que la
acumulación es más importante que el bienestar, y la satisfacción inmediata
está por encima de los derechos de futuras generaciones. La civilización humana
ha culminado tres inmensas revoluciones: la agraria, la industrial y la
tecnológica. Hoy nos enfrentamos a una nueva: la ambiental. La primera nos
aseguró la alimentación, la segunda y tercera nos aseguraron la disponibilidad
de múltiples bienes y servicios, la cuarta nos asegurará una relación armónica
con una naturaleza hasta aquí despreciada y crecientemente devastada. Cada una
de las revoluciones anteriores abrió incalculables oportunidades para que se
expresara la creatividad humana en toda su magnitud. La que nos espera nos
depara las mismas posibilidades.
Fernando Javier Lillo Fritz.
Ingeniería Civil Mecánica.
Universidad de Santiago de Chile.
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