Los hay de todos los tamaños, colores, diseños, marcas y precios. Con ellos puedes hacer llamadas, mensajes, fotos, videos, escuchar música, navegar por internet, revisar documentos y un infinito etcétera. Los vemos en todos lados, en manos de grandes y chicos. Son los smartphones, teléfonos celulares con características técnicas de computadores de hace un par de años, a los cuales se les puede instalar una gran cantidad de aplicaciones que aumentan su funcionalidad.
Si bien por un lado son una
herramienta útil que nos facilita la vida y nos permite ser más productivos,
estos aparatos tienen un lado oscuro, ya que su uso excesivo los hace ser una
barrera para la comunicación interpersonal. Recuerdo mi último asado con un
grupo de amigos, en donde unos cuantos no apartaban la mirada de sus teléfonos,
seguramente revisando lo último de Facebook, o chateando con otra persona que
no estaba presente en la junta, apartados completamente del grupo. Seguramente
todos hemos vivido algo parecido ya sea en el metro, en un bar, en la
universidad o en la misma casa y es porque la adicción a los smartphones es un
problema que va en aumento y afecta a personas de todo tipo.
Esta dependencia a los smartphones
es una realidad, los británicos la llaman nomofobia, una abreviatura a la
expresión inglesa "no-mobile-phone phobia" que da cuenta de la ansiedad y la angustia que se produce estar sin el celular. Estos aparatos entregan acceso inmediato a la posibilidad de hablar con otro, creando una ilusión de estar conectados al mundo, cerca de todos nuestros amigos y contactos, por eso al no tenerlos a mano provoca una imaginaria sensación de aislamiento. No solo eso, según expertos las personas que sufren nomofobia presentan síntomas como sensación de vacío, interrupción del sueño, aumento del estrés, ansiedad, malestar general y disminución de la autoestima.
Pero la culpa en realidad no es de los aparatos sino del mal uso que les damos. Con la aparición de las redes sociales todos quieren comentar que es lo que están haciendo, donde se encuentran, que es lo que comen y un sin número de información que muchas veces es demasiado personal, perdiendo totalmente la privacidad.
Si bien los smartphones son de gran ayuda en nuestra vida cotidiana, tener uno de estos dispositivos no nos debe convertir en zombies esclavos de la pantalla, incapaces de disfrutar de la compañía de los demás, ni permitir que estos dispositivos se conviertan en un ventanal que exponga nuestra vida privada. Lo más sano es ocuparlos en la medida justa, revisar el mail, responder una llamada o un mensaje y luego vivir el presente, disfrutar de todas aquellas cosas que no podemos hacer con un aparato tecnológico y aprender que estar conectado nos puede desconectar de lo que realmente importa.
Pero la culpa en realidad no es de los aparatos sino del mal uso que les damos. Con la aparición de las redes sociales todos quieren comentar que es lo que están haciendo, donde se encuentran, que es lo que comen y un sin número de información que muchas veces es demasiado personal, perdiendo totalmente la privacidad.
Si bien los smartphones son de gran ayuda en nuestra vida cotidiana, tener uno de estos dispositivos no nos debe convertir en zombies esclavos de la pantalla, incapaces de disfrutar de la compañía de los demás, ni permitir que estos dispositivos se conviertan en un ventanal que exponga nuestra vida privada. Lo más sano es ocuparlos en la medida justa, revisar el mail, responder una llamada o un mensaje y luego vivir el presente, disfrutar de todas aquellas cosas que no podemos hacer con un aparato tecnológico y aprender que estar conectado nos puede desconectar de lo que realmente importa.
Alexis Ruiz Contreras
Estudiante de Ingeniería Civil Química
Universidad de Santiago de Chile